Cuando somos pequeños nuestros padres nos dicen que no hablemos o vayamos con extraños, que seamos prudentes y que si nos perdemos, busquemos a un agente de seguridad para que nos ayude. Pues bien, el uso de internet, de las redes sociales, también supone un riesgo, por lo que es importante saber identificar esas situaciones de riesgo y, sobre todo, pedir ayuda.
La mayoría de nuestras redes sociales, aquellas que utilizamos a diario, intentan llamar nuestra atención con publicidad de todo tipo e incluso con las cosas que nos puede resultar de más interés, estando relacionada con nuestros gustos o aficiones. Además, también existen influencers que hacen publicidad o muestran en sus redes sociales productos o formas “fáciles” de ganar dinero; ponen su experiencia como ejemplo para dar confianza y hacernos sentir seguros con lo que publicitan.
La mayoría de las veces todo esto es falso, ya que las cosas que nos “venden” no las han utilizado y simplemente van a sacar un beneficio de las diferentes marcas. Esta publicidad incita a poner en peligro nuestros datos personales y el acceso a nuestras cuentas bancarias al utilizar webs que no conocemos.
Antes de nada, es esencial proteger nuestra privacidad y ser cautos con las páginas que visitamos o en las que metemos información privada. Así evitaremos que roben nuestros datos, nuestra identidad, evitar estafas, que seamos engañados, evitar el bullying o diferentes abusos.
Para ello podemos tener presentes una serie de pautas:
No podemos imaginarnos la inmensidad que alcanza internet así como la cantidad de conocimientos y trucos de los que disponen ciertos usuarios para poder engañarnos y acceder a nuestro dispositivo y, por ende, a nuestros datos personales. Es usual que pensemos que algo así no puede pasarnos a nosotros. Sin embargo, vamos a ver como la experiencia y la sutiliza de las personas que hay detrás de todo esto hace que a cualquiera pueda pasarnos.
Para acercarnos más a este mundillo, vamos a conocer diferentes estrategias que pueden utilizar estas personas para atacarnos.
Los adolescentes utilizan las diferentes tecnologías de forma intencionada para insultar, molestar, intimidar, humillar, amenazar.. a otro compañero o compañera. Para ello a través de fotos, videos o textos personales de la persona objeto de acoso, encuentra la manera de perjudicarla, creando, por ejemplo, un meme o haciendo montajes en redes sociales. Estas acciones llevadas a cabo de forma reiterada contra la misma persona es lo que conocemos como ciberacoso o ciberbullying.
Las consecuencias de estos actos en los adolescentes pueden derivar en aislamiento social, absentismo escolar, abuso de sustancias perjudiciales, depresión u otros problemas psicológicos.
Cada vez se desarrollan métodos más complejos para poder acceder a nuestros datos personales y sensibles, de manera que una persona logra tener vía libre a nuestra información y así utilizarla en nuestra contra, con el objetivo de causar daño personal, atentar contra nuestros sentimientos o influir en nuestro entorno. Usan la web para engañar, amenazar, acosar y conseguir nuestros datos personales. En definitiva, supone una actividad delictiva que se lleva a cabo a través de la tecnología.
Es una forma de ciberdelincuencia en la que la otra persona nos engaña, haciéndonos creer que estamos en un sitio de confianza y así, metemos nuestros datos (claves, información confidencial) de manera que puede acceder a ellos y suplantar nuestra identidad.
La forma que puede adoptar este tipo de fraude son páginas web, correos electrónicos o mensajes y utilizar la información relativa a nosotros para cometer delitos.
Esta práctica supone la transmisión o recepción de imágenes, videos o mensajes de contenido sexual, erótico o pornográfico a través de las redes sociales; siendo consentidas o no de la persona/personas que aparezcan. Puede adoptar dos formas: activo, cuando mandamos contenido comprometido y pasivo, cuando recibimos fotografías, vídeos o mensajes de índole sexual.
Es fundamental tener presente que todo el contenido que enviamos a través de nuestro teléfono móvil queda fuera de nuestro control y este puede ser objeto de uso de terceras personas o de enviarse a sitios a los que nosotros no hemos dado nuestra autorización como cadenas de whatsapp o redes sociales.
Por otro lado, las personas que se aprovechan de nuestro desconocimiento e inocencia saben como relacionarse con nosotros para ganarse nuestra confianza y que terminemos mandando contenido íntimo incluso sin conocerlas. También puede utilizar ese contenido para chantajes o amenazas y así conseguir que hagamos lo que quieren.
Esto supone un atentado contra la privacidad y acabamos perdiendo nuestra intimidad.
Es una forma de acoso en la que un adulto establece contacto con un niño/a o adolescente con el fin de involucrarle en una actividad sexual.
Evidentemente, esto no es algo que pase de repente, ya que la persona que lo realiza va ganándose la confianza de sus víctimas poco a poco; es usual que utilice un lenguaje adaptado a la edad y se haga pasar por un menor de edad. De esta manera establece un vínculo de confianza entre ambos. A través de este vínculo va a intentar aislarnos poco a poco de nuestra red de apoyo para basar su relación en algo secreto y muy íntimo.
El fin puede ser desde hablar de sexo, compartir contenido íntimo o llevar a cabo encuentros sexuales.
Todos estos tipos de acoso son mucho más frecuentes de lo que nos imaginamos. Si en algún momento nos vemos involucrados en alguno de ellos o en algo parecido, es esencial pedir ayuda; siempre va a haber alguien dispuesto a ayudarnos desde la comprensión. Si sentimos vergüenza, por ejemplo, podemos pedir a un amigo/a que nos ayude a contarlo. Como he dicho, nos puede pasar a cualquiera y en cualquier momento.
También es importante compartir con nuestro entorno (padres, amigos, profesores) qué hacemos y cómo invertimos nuestro tiempo en las redes sociales.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.