¿Cómo está sentando el verano? ¿Qué nuevas experiencias, paisaje y emociones te ha traído esta época?
Como ya nos contó Sergio en su artículo anterior, qué privilegio es poder encontrar esos lugares talismán para reconocerse y reconectar con aquellas cosas que nos importan y a las que en algunas ocasiones no podemos dedicar todo el tiempo que nos gustaría. Al menos verano, nos permite poder llevarlas a cabo.
En este artículo vamos a seguir la línea del aprendizaje que nos traen las montañas, algo que Sergio y yo compartimos como pasión. En esta ocasión, os voy a contar la importancia de un grupo o una comunidad cuando estás ahí, entre los gigantes (montañas) y cómo se funde con algunos aspectos de la filosofía budista.
¿Cómo? ¿Montañas y filosofía budista?
¡Sí! Si te llama la atención, sigue leyendo.
La palabra Sangha significa, simplemente, “comunidad”. Si tienes un sueño, un objetivo, sea cual sea la fuerza de tu determinación, necesitarás un sangha, una comunidad o grupo para hacerlo realidad.
Un sangha puede ser tu grupo de amigos, tu familia, tus compañeros de clase o de trabajo.
La fuerza de la comunidad depende de su grado de armonía. Si no hay armonía, perdemos energía tirando en direcciones diferentes. Y no nos quedará más energía para llevar a cabo nuestra aspiración común.
Es importante acompañarse mutuamente. Es impórtate invertir tiempo, energía y presencia física para estar presentes, para con nuestra aspiración común, como puede ser subir una montaña. Queremos ser una persona en la que amigos y compañeros puedan confiar y refugiarse. En la tradición budista, este principio se describe como la armonía de vivir y reunirse “bajo un mismo techo”. Es la fuerza colectiva que nace cuando nos comprometemos a reunirnos, a manifestarnos físicamente, bien a través de las pantallas o en la vida real, y a implicarnos en el desarrollo de la energía y la visión profunda colectivas. Podemos hacernos estas preguntas mientras andamos por la montaña:
Cuanto más compartamos, más armonía podremos tener. Puede ser algo más simple, como que todos colaboren en hacer la comida, los gastos o la tarea antes de iniciar la ruta y al terminarla. La idea es que todos los recursos son comunes y todos participamos en las decisiones sobre el uso de esos recursos. Es un vínculo muy fuerte. Es una forma concreta de practicar el intereser. Nos ayuda a abandonar la idea de que algo nos pertenezca de forma individual, y contribuye a que tomemos decisiones en beneficio de la comunidad. Podemos preguntarnos:
Ya sea una simple declaración de intenciones, un compromiso concreto con la no violencia y la inclusividad o un código de conducta específico que establezca límites y vías prácticas de resolución de conflictos, es esencial acordar los valores y la dirección que son la esencia de nuestra presencia y actuación conjunta. Funcionan como una brújula que nos guía, un contenedor que nos sostiene. En la montaña se comparten muchos principios éticos para respetar y preservar la naturaleza por encima de todo. Por eso, puedes elegir culturas donde sus principios éticos resuenen contigo.
Ser tolerante, inclusivo y abierto a las diversas opiniones es un principio esencial para evitar el dogmatismo, la discriminación, el odio y la violencia. Compartir visiones profundas y puntos de vista, aquí, no significa que pensemos necesariamente lo mismo: significa que nos comprometemos a crear un entorno en el que todas las opiniones y voces pueden ser expresadas y escuchadas. Hacemos todo lo posible por no imponer nuestro punto de vista a los demás. Intentamos crear un espacio para la diversidad de puntos de vista y estar abiertos a ver las cosas de una manera nueva. Tenemos que estar dispuestos a dejar de lado lo que ya sabemos para abrirnos a las ideas y experiencias de los demás. De este modo, puede surgir de forma natural una auténtica visión colectiva y una “armonía de opiniones”
Hablando de nuestra propia experiencia y verdades de forma profunda y honrada, hacemos que los demás también hablen desde el corazón. Es una forma profunda de crear confianza y solidaridad. ¿Qué es lo que realmente nos pasa a mí y a ti? ¿Qué es lo que más nos preocupa en nuestra comunidad? ¿Cuáles son nuestros sueños más profundos? Cuando podemos compartir nuestras visiones profundas y puntos de vista desde un plano de sinceridad, a partir de nuestra propia experiencia (e incluso de nuestros miedos), es mucho más fácil que nuestros amigos y colegas escuchen nuestra opinión, la asimilen y se construya una compresión armoniosa.
Es importante que nos comprometamos a cuidar nuestra forma de hablar, a practicar la moderación para no causar daño. Los medios y los fines van juntos, no nos limitamos a “decir la verdad” (que es solo nuestra percepción de la verdad) sin responsabilizarnos de las consecuencias. Las supuestas verdades, desnudas, directas y poco hábiles, pueden tener un efecto violento y dañar la confianza. Por eso entrenarnos para hablar con calma y compasión, para expresar nuestro punto de vista y a la vez, es importante entrenarse para soltar nuestro punto de vista, para dejarlo ir. Hacemos lo posible por no luchar por nuestro punto de vista. Cuando la comunicación entre dos o más de nosotros se bloquea, por la razón que sea, hacemos todo lo posible para organizar una sesión separa de escucha profunda para comprender la raíz de la fricción, la experiencia de cada uno en una situación y nuestras preocupaciones más profundas. Cada persona tiene su valor, cada persona tiene un talento que hay que relevar y cultivar. Eso es cierto en cualquier comunidad, en cualquier equipo de colaboradores. El reto es crear las condiciones adecuadas para que cada flor del jardín florezca a su manera.
Estas son algunas de las áreas donde cultivar el Sangha, ¿dónde te ves con tus grupos que estás haciendo un buen trabajo?, ¿en qué áreas podríais encontrar nuevas formas de hacerlo? Compártelo con tu Sangha, ahí reside la belleza.
Se presenta como nómada, con diez años de experiencia explorando comunidades donde el desarrollo personal, comunitario, ecológico y artístico son los ejes principales. Ha trabajado en países como España, Rumania, Italia y Alemania y actualmente vive y viaja en su furgoneta “Samsara” co-diseñando proyectos regenerativos y residencias artísticas para zonas rurales, organizaciones y ecoaldeas. Todo lo que hace está ligado a su propósito: “conectar a la gente consigo misma, con las demás y con la naturaleza a través de la experiencia de comunidad”.