Las palabras, como los seres vivos evolucionan. ¿Te lo habías planteado alguna vez? ¿Se te ocurre alguna palabra que haya sufrido transformación?, o incluso, ¿palabras que antes tenían un significado en tu vida y ahora ha cambiado?
Esto pasa mucho en nuestras sociedades.
En el artículo de hoy te voy a traer una que llevamos viendo en algunos artículos anteriores y ya forma parte de nuestro día a día en muchas de nuestras conversaciones: la sostenibilidad.
El concepto de “sostenibilidad”, por ejemplo, ha ganado en complejidad desde que fuera divulgado por primera vez al gran público en 1987, en el informe Bruntdaland de las Naciones Unidas. Se definía el desarrollo sostenible como aquel que “satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad, las próximas generaciones de satisfacer las suyas”.
El foco principal se puso en la dimensión ecológica. Hacía pocos años, en 1972, que se había reconocido por primera vez que la preservación de la naturaleza iba de la mano de la prosperidad del mundo. Fue con el informe de “los límites del crecimiento” publicado por el club Roma, en el que se advertía de que si se mantenía el ritmo del crecimiento de la población humana, los recursos naturales de la Tierra se agotarían en un siglo. Se pidió la puesta en marcha de acciones internaciones para preservar el entonces llamado “medio humano”.
Han pasado más de 50 años desde que en la capital de Suecia unos 120 países declararan ser conscientes de la gran presión a la que sometemos a la naturaleza, que muchos perciben todavía como una superdespensa inagotable. Un almacén de entrada libre a disposición de un “medio humano” que en 1972 estaba conformado por 3.840 millones de personas y que hoy suma ya 8.000 millones.
Nuestra huella ecológica es tan enorme que, a nivel mundial, en 2022 habíamos consumido ya los recursos naturales del todo el año el día 28 de julio. Esto significa que todo lo que gastamos después, se lo quitamos a las generaciones futuras.
“Nuestro sistema económico actual tiene dos debilidades fundamentales: se basa en un crecimiento ilimitado en el planeta finito y que beneficia a un pequeño número de personas en un lugar de a todas”, suele decir Paul Polman, exdirector de la multinacional Unilever.
“Poco a poco se va gestando un cambio” apunta Pere Paus, biólogo y presidente de Anthesis Lavola, una consultoría que trabaja para activar la sostenibilidad de las empresas. Por una parte, en Europa hay una regulación cada vez más exigente, tanto a nivel social como ambiental, pero no solo eso. Si años atrás percibían que la sostenibilidad era un lujo y no una necesidad, hoy ese concepto está en la estrategia de la mayoría de empresas. Aunque es cierto que hay mucha mercadotecnia destinada a convencernos engañosamente de la sostenibilidad y lo “verdes” que son ciertas compañías, cada vez resulta más difícil mentir. No solo por la legislación vigente, sino también por los clientes, consumidores y accionistas.
En la actualidad el concepto de sostenibilidad es mucho más amplio que años atrás, pues hace también referencia a temas sociales y de gobernanza, como dejan muy claro los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ya no solo se persigue eliminar las emisiones de CO2 de aquí a 2030, también el foco se encuentra en combatir las desigualdades sociales. En definitiva, hoy, sostenibilidad significa luchar para que todas las personas, sea cual sea tu género, origen o estado social, tengan las mismas oportunidades para construir una vida digna.
La situación ambiental y social se ha agravado y por eso el contexto actual afecta de varias formas a la famosa definición original del término.
Y es que en términos de activismo, si en su día los activistas pro-sostenibilidad eran personas ligadas a la conservación de la naturaleza, hoy, seamos quienes seamos y desde cualquier lugar del mundo, todos podemos marcar la diferencia. Luchando para que nada nos haga desistir, como decía Desmond Tutu, eternos prisioneros de la esperanza.
Hemos alcanzado un nuevo hito en el viaje humano. El pasado mes de noviembre, según las Naciones Unidas, la cifra de habitantes de la Tierra alcanzó los 8.000 millones de personas. Nuestra población se ha duplicado en menos de 50 años, solo desde 1974, año en el que la ONU reunió a los países del mundo en la primera conferencia intergubernamental para abordar el crecimiento demográfico. En aquel momento solo había 3 áreas metropolitanas con 10 millones de habitantes: Nueva York, Tokio y Ciudad de México. ¡Hoy hay más de 30! Los expertos de la ONU creen que podríamos llegar a los 10.400 millones. Pero estas cifras ocultan un viraje curioso: entre mediados de este siglo y 2100 se espera que nuestra expansión incesante frene en seco.
En los siguientes artículos seguiremos hablando de este frenazo y de iniciativas ya existentes que podéis explorar y a las que os podéis apuntar.
Se presenta como nómada, con diez años de experiencia explorando comunidades donde el desarrollo personal, comunitario, ecológico y artístico son los ejes principales. Ha trabajado en países como España, Rumania, Italia y Alemania y actualmente vive y viaja en su furgoneta “Samsara” co-diseñando proyectos regenerativos y residencias artísticas para zonas rurales, organizaciones y ecoaldeas. Todo lo que hace está ligado a su propósito: “conectar a la gente consigo misma, con las demás y con la naturaleza a través de la experiencia de comunidad”.