Tienes un examen mañana, preparas una entrevista de trabajo, acabas de llegar a una nueva ciudad, eres el anfitrión de un evento especial o te arreglas frente al espejo para una primera cita. Se despierta en tu interior una presencia silenciosa que te bombardea con palabras, en algún caso con imágenes o sensaciones. Puede bloquearte o sabotearte con un ruidoso charloteo. Puede acompañarte y prevenirte con señales de peligro. O, tal vez, te impulse y llene de motivación. Es tu voz interior. ¿Qué relación tienes con ella?
En nuestro artículo sobre “Creencias – Explicando el mundo que nos rodea” pudiste entender cómo las creencias forman parte de nuestro narrador interno y determinan la calidad de nuestras vidas. Si no lo has leído, te lo recomendamos. Hoy vamos a sumergirnos en la utilidad de esta voz.
¡Vamos a ello!
No eres el único que hablas contigo mismo. No eres un excéntrico por hacerlo, incluso si lo haces en voz alta. ¡No estás solo! Es un fenómeno muy frecuente, aunque no todos nos auto-narramos de la misma forma: un 90 % de nosotros experimenta la locución interna con palabras, en torno a un 17 % recurre a ella de forma dominante y solo algunas personas tienen un pensamiento más visual y abstracto, según el psicólogo y escritor Charles Fernyhough.
Dedicamos un promedio de una cuarta parte de nuestra vida de vigilia a hablarnos internamente, según el psicólogo e investigador Russell Hurlburt. Este tiempo es suficientemente relevante para fijarnos en su productividad.
Esta conversación cotidiana nos habla de nuestro estado de ánimo, de nuestras emociones y sentimientos. Influye en lo que hacemos y en cómo nos comportamos. Vuelve al pasado, rememora experiencias vividas y rescata aprendizajes. Evalúa y da contexto a nuestros recuerdos. Imagina el futuro, planifica, intenta mantener el control y prevenir peligros. Y puede ser un obstáculo cuando queremos “vivir el presente” porque está programada para la supervivencia. Nos conviene conocerla para tener una experiencia más plena en nuestra vida.
“Si observamos a un niño jugar solo, es común escucharlo describir en voz alta los pensamientos que atraviesan su mente. Más tarde el discurso se internaliza y se desarrolla un diálogo genuino entre nosotros y nuestra pequeña voz”
Émilie De Tournay-Jetté, psicóloga del Instituto Universitario de Salud Mental de Montreal.
Si tu discurso interno no te ayuda en las situaciones difíciles que señalábamos al principio, se interpone en tus objetivos y experiencias o te sabotea, recuerda que esa misma voz nos ayuda a aprender, a pensar, a recordar y a motivarnos. Todos, o la mayoría, tenemos ese altavoz en nuestra cabeza y nos sintonizamos con él para buscar orientación, ideas y sabiduría. A veces nos lleva a la cavilación, a la angustia, a la negatividad, potencia nuestra ansiedad y afecta a nuestra salud. Pero también nos construye como personas, configura nuestra identidad y traza nuestra biografía, estructura nuestro pensamiento y organiza nuestros planes. La clave para recuperar el control es mejorar la calidad de nuestra voz interior.
Podemos convertir la voz crítica en un entrenador motivado: de “me va a salir fatal” a “venga, puedo conseguirlo”.
Para cambiar el rol de tu narrador interno, veamos algunas técnicas y recomendaciones que pueden ayudarte:
Si quieres seguir profundizando sobre el tema, aquí tienes un par de lecturas muy interesantes.
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