Cuando tenía 17 años recién cumplidos, me acuerdo de sentarme a hablar con mi padre acerca de algo que me preocupaba con respecto a mi educación. Estaba obteniendo notas mediocres y, en parte, estaba convencido de que el ambiente del colegio donde estudiaba no me estaba ayudando. Había oído sobre colegios en Inglaterra donde a los estudiantes internos les obligaban a estudiar todas las tardes un número fijo de horas y pensé que esto me iba a ayudar. Quizás yo no tuviera esa autodisciplina aún, pero, contento, me sometería a un lugar donde me pudiesen dar ese apoyo desde afuera.
Mi padre estuvo de acuerdo con este plan y gracias a la decisión de estudiar en un internado en Reino Unido mi educación dio un salto en calidad y en exigencias. En aquel entonces no existían empresas que ayudaran a estudiantes y padres a elegir un lugar y un programa educativo a medida. Logré entrar en un colegio gracias al padre de un amigo, que era antiguo alumno y que escribió una carta para recomendarme. Su carta fue tan exaltadora y la recomendación tan alta, que prácticamente me tuve que convertir en un estudiante modelo al llegar a Inglaterra, a riesgo de dejar mal a quien me había hecho tan gran favor.
Cuando llegué al colegio, hubo algunas cosas que me resultaron difíciles durante los dos años que estuve allí. Hay otras que me sirvieron de gran ayuda para desarrollarme en maneras que, de haber permanecido en la isla donde vivía, hubiera sido muy difícil. En realidad fui a Inglaterra con mucha ignorancia, ya que no sabía mucho sobre el colegio. No existía el asesoramiento de The Lemon Tree Education, algo que hubiera sido muy útil para mí en ese momento. Hablaré primero de los retos o de las cosas que encontré más difíciles.
En este colegio solo había chicos. Por un lado, creo que esto ayudaba a que muchos de los estudiantes se distrajeran menos, pero también el ambiente socio-cultural era anti natural, o así lo encontré yo. No ayudaba a que los adolescentes aprendieran a conversar de manera relajada con chicas y la energía del sitio estaba falta de un equilibrio que trae la presencia femenina. Este dato sí lo conocía antes, pero no pensé que fuera a tener tanta relevancia como tuvo.
El colegio es de religión cristiana y tenía largos servicios religiosos obligatorios todos los domingos, además de lecturas de la biblia en la asamblea por la mañana. Los únicos estudiantes que podían saltarse tales servicios eran los musulmanes. Me acuerdo de intentar convertirme al islam solo para poder usar ese tiempo para otras actividades, pero el colegio no me lo permitió. Sospecho que no era el primer niño en intentarlo… Creo que de haber sabido esto antes de llegar al colegio, quizás hubiera escogido uno que no tuviera este enfoque. No digo que sea malo o que no tenga valor, pero yo era ateo/agnóstico, no tenía mucho interés en la religión y me quitó mucho tiempo libre del fin de semana, que era un bien necesario y escaso.
Me sorprendió también la madurez de los estudiantes del internado en Reino Unido, que me resultó bastante baja para su edad. Yo venía de tener mucha libertad de movimiento en Tenerife. Ya desde los 12 años me movía en autobús por la isla y con mucha autonomía. Sin embargo muchos de los chicos allí parecía que era la primera vez que salían de su casa. Social y emocionalmente, me parecían muy jóvenes. Esto resultó en que no desarrollé tantas amistades allí como me hubiese gustado.
Lo descrito por ahora son cosas que quizás otro adolescente no hubiera encontrado tan difíciles o relevantes. Sin embargo, lo importante es que todas -excepto quizás el tema de la madurez- eran cosas que se podrían haber averiguado de antemano a través de un asesoramiento como el de The Lemon Tree Education. Esto habría significado que se hubiese maximizado la probabilidad de que yo aterrizara en un colegio que fuese más coherente con mis prioridades, esperanzas y necesidades.
Me gustaría describir algunas de las cosas que fueron positivas de mi experiencia en este internado. Hubo bastantes y muy significativas.
Lo primero que noté cuando llegué al colegio – aparte de la belleza de los edificios y de todos las instalaciones deportivas, que me tenían entusiasmado – fueron las expectativas académicas. Nadie se conformaba con obtener una B (notable). Mientras que en mi colegio anterior casi todos hubiéramos estado bastante contentos con esta nota, allí, en cambio, la meta siempre era un A* (sobresaliente alto) o como mínimo una A (sobresaliente). Este factor solamente ya significó que mi nivel de trabajo, concentración y ambición se adaptaron, elevándose.
¿Cuál fue el resultado? Cambió mi ética de trabajo y las expectativas en el mínimo de calidad aceptable de mi propio trabajo, adaptándose a los del internado en Reino Unido donde estudiaba. Fue un ejemplo del impacto que una cultura educativa puede tener sobre un estudiante recién llegado. A veces esta cultura es difícil de detectar para un estudiante que siempre ha estado en ella, pero para alguien nuevo, es muy palpable.
Entre otros muchos clubes, deportes y actividades extraescolares interesantes, el colegio también tenía un programa llamado el Oxbridge Club, que resultaría tener un gran impacto sobre el resto de mi vida. Para este club, se invitaba a estudiantes que los profesores consideraban poseedores de potencial para poder acceder a una de las dos universidades: Oxford o Cambridge. Me vi invitado a este club y asistí a las reuniones más que nada por curiosidad. En mi cabeza nunca había estado la posibilidad de entrar en una de estas dos instituciones.
En Oxbridge Club nos preparaban para las entrevistas haciéndonos preguntas personales y académicas, leíamos sobre cultura general y nos daban problemas y acertijos para resolver. El vocabulario y la gramática que se usaba eran avanzados para mí y no se hacía ascos a la sofisticación. Esto me resultaba algo extraño, puesto que en España parece que a veces se busca evitar cualquier tipo de elitismo o de uso de un vocabulario rico y bien matizado. En este club, en cambio, se incitaba a que todos tratáramos de hablar y pensar de la manera más sofisticada posible.
Cuando llegó la hora de presentar nuestras solicitudes a las universidades a través de UCAS (en este artículo hablamos sobre este sistema de solicitud de plaza universitaria en el Reino Unido), me convencieron para que intentara dedicarle una de mis seis opciones a Oxford, cosa que hice pero con muy poca convicción. Meses más tarde, me llegaría una carta invitándome a ser entrevistado para el puesto de físicas, cosa que me sorprendió muchísimo.
Esto es tema para otro artículo, pero lo que quería explicar aquí es que, si no llega a ser por todo lo que me brindó este colegio, ni siquiera se me hubiera pasado por la cabeza esta posibilidad. Y aún de haberlo intentado, mis opciones hubieran sido muy bajas. Mis notas y mi propio nivel académico no hubieran bastado para pasar el primer filtro. Cuando me aceptaron para entrar en esa universidad, me llevé una grandísima alegría y se lo agradezco hasta el día de hoy a todo el apoyo que recibí de este colegio y de sus profesores.
Otro gran beneficio fue en el ámbito de los deportes, ya que venía de un colegio muy pequeño, que casi no tenía instalaciones para esto. En Tenerife, teníamos que caminar hasta un club para poder hacer educación física y perdíamos mucho tiempo en ir y volver. En este colegio había muchos equipo y aproveché para probar el remo, deporte nuevo para mí, que cambió mi tamaño y fuerza física notablemente.
Por último, allí descubrí, muy para mi asombro, que también podía ser alguien responsable. Quizás por la diferencia de madurez con los otros estudiantes o por alguna otra razón, pero durante mis dos años en el internado, me eligieron como:
En mi colegio de Tenerife, si hubieran hecho una lista de candidatos para elegir a un delegado de este tipo, hubiera estado encabezando el fondo de la lista. Era un estudiante muy poco responsable y no tenía mucho sentido del deber. ¿Cómo pude cambiar tanto en tan poco tiempo? Creo que la culpa (o la responsabilidad) la tuvo la carta del padre de mi amigo y la cultura del colegio al que llegué, que se basaba sobre todo en la excelencia.
En resumen, me alegro muchísimo de haberme sentado aquel día con mi padre y le estoy muy agradecido de haber confiado en mi potencial para aprovechar este gran cambio, y haber podido ir a estudiar a un internado en Reino Unido. Y a la vez, me alegro de que hoy en día exista The Lemon Tree Education, porque así los colegios a los que van nuestros jóvenes, van a estar más alineados con quienes son ellos y así podrán brillar y disfrutar aún más de lo que yo lo hice.
En mi caso, fue muy bueno deportiva y académicamente, pero en términos de madurez social y de generación de amistades de por vida fue algo más limitante. Pronto escribiré sobre mis siguientes cuatro años en la universidad, donde tuve tiempo y muchas oportunidades de recuperar el desarrollo en amistades perdido y muchas otras sorpresas, aunque también hubo grades retos que afrontar.
Sin retos, es muy difícil descubrir nuestro potencial.
G. Machado
Así que solo queda dar gracias por haber tenido estas opciones de estudiar en un internado en Reino Unido. Han afectado positivamente en muchos ámbitos de mi vida y me siento más cómodo en el planeta y en la incertidumbre del presente, gracias a estas aventuras vividas. Por ello, sin duda, las recomiendo encarecidamente.
Guillermo Machado es un educador con inquietudes holísticas, que ha tenido oportunidad de ejercer en más de diez países como parte de su trayectoria profesional. Graduado en Físicas por la universidad de Oxford y luego habiéndose especializado en educación en Nottingham, su interés actual radica en la pedagogía basada en el desarrollo de proyectos, y en cómo fomentar el desarrollo emocional de los alumnos de forma integrada con su formación académica.