Como veíamos en el artículo anterior “La sutileza de la manipulación (I)”, la manera en la que la manipulación se lleva a cabo es tal, que pasa desapercibida y es muy difícil reconocerla en los comportamientos de nuestra pareja. Por eso es fácil que nos veamos envueltos en una relación en la que somos manipulados sin darnos cuenta.
Uno de los principales factores que influye en que permitamos ciertos tipos de actitudes y conductas en las que no estamos siendo respetados, es la influencia de experiencias pasadas. No me refiero únicamente a experiencias de relaciones de pareja, sino a relaciones con nuestros padres, hermanos, abuelos, amigos, etc.
Los abusos emocionales pasan desapercibidos porque llega un momento en el que los hemos normalizado y, el hecho de que las personas actúen de una manera que no es la adecuada para nuestro bienestar, es algo que llevamos experimentando mucho tiempo.
Por ello, hay ciertos comportamientos que nos resultan tan familiares que no los percibimos como un peligro ni como algo negativo. Esas situaciones comienzan a formar parte de nuestro día a día ya que no destacan sobre otras y las acabamos interiorizando. Esto no quiere decir que no afecten a nuestro bienestar y no suponga una influencia negativa para nosotros y para las relaciones que establecemos con los demás. Sea como fuere, la normalización del abuso emocional tiene consecuencias muy dañinas.
Son los vínculos que vamos estableciendo a lo largo de nuestra vida los que nos influyen y, a través de los cuales, vamos creando la imagen de cómo son o cómo deben ser las relaciones.
Los primeros vínculos que establecemos son con nuestros familiares y más adelante con nuestros iguales. Es ahí donde podemos comenzar a experimentar situaciones que resultan dañinas para nuestra salud mental, situaciones que llegan a ser tan recurrentes que entendemos que así es como funcionan las cosas.
Veamos ejemplos concretos:
Un día vuelves triste del colegio porque te ha pasado algo que realmente te afecta. Entonces, tu padre te ve llorando y le cuentas lo que ha ocurrido. Cuando terminas de explicarle todo, su respuesta es “¡Anda ya, si eso es una tontería!, ¡no me digas que es por eso por lo que te has puesto así!, eres muy sensible, ¿eh?”
Esto es una forma de invalidar tus emociones y quitarle importancia a cosas que para ti tienen valor. De esta manera, tú asumes que eres demasiado sensible y que no te deben afectar ciertas cosas. Así aprendes a retener emociones y te acabas desvinculando de ellas. Esta mala gestión emocional te hace sentir que no eres válida por tu forma de experimentar las cosas y la confianza en uno mismo se daña.
En el momento que decidamos iniciar una relación de pareja, estos comportamientos invalidantes serán algo natural que no nos harán saltar ninguna alarma. Además, nos resultarán familiares, ya que es a lo que estamos acostumbrados; a “ser muy sensibles” y a “preocuparnos por tonterías” porque son cosas que nos han dicho antes.
Estás en tu habitación estudiando y aparece tu madre pidiéndote ayuda para limpiar el salón. En ese momento tú tienes que acabar unos ejercicios que debes entregar y se lo comunicas. Entonces tu madre te dice: “Nunca estás disponible cuando te necesito, siempre tengo que hacer todo sola… soy la única de esta casa que se preocupa por los demás…a mi nadie me hace caso…”
A través de este chantaje emocional consigue que te sientas culpable y acabas por ceder, haciendo lo que ella quiere en ese momento. Con esto aprendemos a responder de esta manera, a movernos guiados por los sentimientos de culpa.
Cuando nuestra pareja utilice estas estrategias, en concreto, el chantaje emocional, para conseguir algo que quiere, no será extraño para nosotros. Por ello, asumimos la culpa por no ser más atentos o no estar disponibles para lo que necesite y volveremos a ceder.
Cada vez que tú y tu amiga quedáis te suelta algún comentario acerca de las cosas que haces o sobre cómo vistes: “¿Y ese jersey marrón..? ¿No te queda un poco estrecho? Si a ti no te gusta que se te marque la barriga…además, ese color no te favorece nada”
Cuando una persona en la que confías usa tus debilidades en tu contra, va a crear una inseguridad mayor, haciendo que dejes de ponerte ciertas cosas o cambiando el tipo de ropa que usas. Si la persona en la que confías te suelta esos comentarios pensarás que tiene razón ya que se preocupa por ti, porque eso es lo que hacen los amigos. Estas críticas destructivas aumentan la inseguridad en uno mismo y hacen que cambiemos ciertos comportamientos que para nosotros estaban bien (manipulación).
En el momento en el que nos encontremos en una relación de pareja y nos haga comentarios del tipo “¿No crees que esa falda es muy corta?.. Creo que queda un poco ordinario ir así..” Entenderemos que lo que nos dice es por nuestro bien y se está preocupando por nosotros. Así qué acabaremos por hacerle caso y nos cambiaremos de ropa.
Todo esto son algunos ejemplos que reflejan casos de la vida cotidiana que nos acercan más a ser vulnerables ante la manipulación, en este caso, en una relación de pareja. Estas vivencias nos condicionan y enseñan cómo actuar ante situaciones futuras. Por ello, no es complicado verse envuelto en una relación donde las conductas de abuso emocional se interpreten como algo normal y donde no sepamos identificar un peligro del que huir.
A parte de saber reconocer lo que hay detrás de ciertos patrones de conducta, es esencial trabajar la gestión emocional para poder gestionar nuestros pensamientos, sentimientos y emociones de forma adecuada. Esto es, aprender a reconocer una emoción y regularla para adaptarnos a las situaciones de forma adecuada. Saber escucharnos nos acerca hacia personas y lugares seguros, que nos respeten y nos creen bienestar.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.