Escribe o verbaliza rápidamente todo lo que venga a tu cabeza con: ¡conflicto!, ¡conflicto!, ¡conflicto!
Intenta ser honesto contigo mismo y no le des demasiadas vueltas. ¡Conflicto!, ¡conflicto!, ¡conflicto!
Puedes probar a preguntarle a cualquier persona conocida que tengas cerca. ¡Conflicto!, ¡conflicto!, ¡conflicto!
¿Qué creencias tenemos asociadas al conflicto?
La mayoría interpretamos, casi de manera automática, el significado de conflicto como: problema, destrucción, desorden, caos, ruptura, malestar, violencia, agresión… Incluso si consultamos la definición en nuestro diccionario podemos leer expresiones tipo: “combate, lucha, pelea”, “enfrentamiento armado”, “apuro, situación desgraciada”, “material de discusión” o “tendencias contradictorias en el individuo”. Bajo este punto de vista, aparentemente tan negativo, es fácil entender que nuestras reacciones o comportamientos más habituales sean: huir, evitar o someter.
Incluso cuando hablamos de gestión de conflictos hay cierta tendencia a solucionarlo rápidamente para pasar a otra cosa. Tradicionalmente se ha llegado a orientar esta resolución hacia la competición, sin analizar las causas y sin trabajar lo suficiente en la prevención, buscando desenlaces en los que ganar sea la prioridad siempre en función de que otro pierda. Este enfoque fomenta el individualismo social, justifica situaciones injustas y de dominación, negación y violencia.
Antes de cuestionarnos si esto es todo lo que podemos esperar de una situación conflictiva, os recordamos que en nuestro blog disponéis de un interesante vídeo con consejos constructivos sobre la resolución desde la calma.
El conflicto, en cualquiera de sus vertientes, no es malo ni bueno, es neutral. Frente a una discusión con un familiar o amigo, con el que tenemos alguna diferencia, podemos dejarnos llevar por la negatividad: huyendo, evitando o luchando, o ver la situación como una oportunidad positiva para: empatizar, conocernos mejor o fortalecer nuestro vínculo. Nosotros podemos elegir como mirarlo; añadirle un significado “nuevo”. Y aquí está la innovación de la educación para la paz y otras disciplinas complementarias: intervenir en la transformación del modelo tradicional y considerar el conflicto como un fenómeno inevitable, universal, parte fundamental de la convivencia y con valores positivos necesarios para el desarrollo personal y social.
“El conflicto nos aporta unos resultados positivos o negativos que dependerán de cómo seamos capaces de afrontarlos”.
Fernández Ríos
Las consecuencias del conflicto van a depender de la perspectiva que elijamos para abordado y esto determinará el camino que tomemos en la resolución. Algunos ejemplos dañinos de comportamiento que debemos evitar y que pueden venir del modelo tradicional, y de sus automatismos, son:
Todo comienza con el cambio en la creencia sobre el conflicto. Más allá de disponer de formación específica o de técnicas adecuadas para gestionar o resolver determinadas situaciones conflictivas, el primer paso está en nuestro pensamiento. Si vemos la oportunidad de mejora, de aprendizaje, de crecimiento personal y social, nuestra actitud y nuestro estado de ánimo en la conducción del “problema” serán diferentes y esto ayudará a que los resultados sean positivos.
A continuación, vamos a enumerar algunos beneficios que nos puede ofrecer esta dimensión pedagógica:
La esfera emocional del conflicto, esto es, cómo nos sentimos frente a un conflicto, nos ofrece un contexto ideal para ser conscientes de las emociones de los demás y de las propias, practicar la regulación emocional: la adecuada expresión de las emociones y el control de la ira, y mejorar la autoeficacia emocional: aceptación de la experiencia emocional y confianza en las propias capacidades.
Además, nos ayuda con nuestras habilidades interpersonales. Este paradigma de la resolución nos permite acercarnos a una comunicación eficaz: participando de la realidad ajena con empatía, siendo capaces de expresar nuestros deseos y opiniones con asertividad y aprendiendo a escuchar de forma activa, amable y respetuosa.
La calidad de nuestras relaciones se pone de manifiesto principalmente en situaciones de conflicto. Los niños que han aprendido estrategias de resolución de conflictos, además de mejorar su relación social, están más preparados para afrontar el estrés y la frustración, así como para evitar la presión agresiva de los demás.
Aprendemos que con quien tenemos un conflicto no tiene por qué ser nuestro enemigo, no es un contrario, y que la mejor alternativa puede ser no competir con él sino cooperar para conseguir juntos la mejor solución. El resultado debe incluir un win-win.
En un equipo, el conflicto es potencialmente un acelerador o un freno para la consecución de los objetivos con los que estén comprometidos. Un grupo de personas con una meta laboral, social o familiar pueden aprovechar la manifestación de un conflicto para reconducir el propósito, mejorar la organización y planificación de las tareas y redefinir los roles.
La búsqueda de variantes para la solución del problema supone una oportunidad para ejercitar la creatividad colaborativa. Encontrar alternativas que incluyan las necesidades, deseos y opiniones de varias personas es un enriquecedor ejercicio creativo.
La manifestación de un conflicto puede ayudar a dar visibilidad a problemas ocultos o latentes que de otra forma no percibiríamos. También, mejora la visión de los hechos y nos da información y experiencia para actuar a tiempo, desde la prevención, en las causas potenciales de futuras situaciones de conflicto.
Teniendo en cuenta el interés educativo del conflicto, podemos reutilizarlo para promover en los implicados su responsabilidad en las causas y su autonomía en la resolución. Cuando nos encontremos en una posición de liderazgo o mediación en la gestión, bien por ser padres, docentes, hermanos mayores, jefes o tener algún rol de ayuda o guía, debemos ofrecer los recursos y la oportunidad a los protagonistas de analizar la situación, decidir por sí mismos y de encontrar de forma conjunta una salida apropiada a la situación.
El conflicto forma parte de la convivencia, como ya hemos señalado. En lo social, no podemos dejar de mirar en esta dirección: integrar el conflicto como una herramienta de desarrollo social.
“El conflicto reta a lo estático, es uno de los factores principales del cambio social, fomenta la actividad social, la organización, los pactos y las estrategias que crean relaciones”
Embajador Raphael Steger
Y ahora, ¿qué piensas del conflicto? ¡Conflicto!, ¡conflicto!, ¡conflicto!
Desde aquí, te invitamos a verlo como un reto para tu crecimiento personal y una oportunidad para la mejora social. No parece fácil, pero podemos empezar hoy mismo. ¿Estás involucrado en algún conflicto que te preocupa?, ¿qué ocurriría si decides enfocarte en los beneficios que la ocasión te ofrece?
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