Si estás leyendo esto es que ya te has zambullido de lleno en nuestro artículo introductorio sobre inteligencia social (I) y consideras que has entendido más o menos de qué va el tema. ¡Genial! ¡Super buena noticia! Ahora vamos a ir más en profundidad con algunos temas que seguro que vas a encontrar útiles a la hora de interaccionar con tu entorno.
Recuerda que nosotros solo queremos inspirarte y confiamos en que encontrarás tu propia manera de convertirte en un maestro de la inteligencia social. Mientras la encuentras, te lanzamos algunas propuestas que pueden resultarte interesantes.
La pregunta principal de este bloque es: ¿qué se requiere de mí? En tu familia, con tus amigos, en tu equipo de fútbol o tus colegas de baile, cuando estés haciendo voluntariado o en los grupos juveniles a los que asistes, en tu vida en general, te invito a hacerte esta pregunta.
Mientras reflexionas sobre la respuesta, te voy a mostrar un camino que llega hasta ahí.
Ese camino empieza por todas tus competencias intrapersonales, pasa por las interpersonales y llega hasta las sociales.
El ser humano, tú y yo, no paramos de experimentarnos en diferentes niveles. En lo mental, con todos nuestros pensamientos, ideas, opiniones, recuerdos, imaginación; en lo emocional, cuando estamos en calma, contentos, tristes, entusiasmados, enfadados, frustrados (¡qué te voy a contar! ¿no?); y también en lo físico, no paramos de experimentar con todos nuestros sentidos.
Para mejorar nuestra autogestión y autoconsciencia, es importante entrenarnos regularmente. Estamos activos constantemente en estos tres niveles. Sin embargo, muy pocas veces nos paramos a experimentar de una forma completa y consciente.
Hay un ejercicio muy sencillo que aprendí hace tiempo, que consiste en escribir sin filtros todo lo que estamos experimentando en estos diferentes niveles. Si quieres, puedes probar a hacer lo siguiente. Este ejercicio se llama continuum de conciencia:
Algunos ejemplos:
Estoy experimentando el juicio/pensamiento de que mis compañeros de piso son muy ruidosos (y experiméntalo por unos segundos).
Estoy experimentando calma (experimenta esto ahora por unos segundos).
Estoy experimentando el suelo en la planta de mis pies (experimenta una vez más).
Y así durante 5 minutos.
Te habrás dado cuenta de que los tres ejemplos se referían a niveles diferentes: mental, emocional y físico, respectivamente. Pues bien, cada uno iría en una parte diferente de ese folio. Lo puedes hacer en el autobús, en el parque, mientras esperas a alguien como alternativa a estar leyendo los mensajes de WhatsApp. Y también lo puedes hacer con otra persona, por turnos. Es un ejercicio de meditación-mindfulness pero de una forma más sencilla y estructurada. Cuanto más practiques, mejor podrás diferenciar lo que viene de tu mente, tus emociones y lo que experimentas a nivel físico.
Como hablaremos más adelante de comunicación de una forma más extensa, hoy nos vamos a enfocar en algo básico en todas las interacciones humanas: amor y límites. Quizás amor te suene demasiado romántico, pero aquí nos referimos a amor en el sentido más genérico de la palabra: aprecio, conexión con los demás, amistad, también amor romántico, claro.
“El río, para ser río, necesita sus límites”
Imagina ese amor como si fuese un río. Para que fluya, para que esa diversión, alegría, respeto y todas esas otras cosas que consideras importantes en tus relaciones tengan lugar, es necesario que existan límites también.
Imagínate que estás con un grupo de amigos que están hablando de otra persona. Por lo que sea, el tono de la conversación empieza a desagradarte. ¿Cuál es tu tendencia? Quizás te encuentras a menudo “siguiendo el rollo” a tus amigos porque te da miedo que puedan rechazarte (¡y oye! ¡te entiendo!). O quizás es todo lo contrario, a lo mejor es más frecuente en ti decirles a los demás lo que consideras que no es apropiado, oportuno, o simplemente mostrar tu desacuerdo con algo que han hecho.
Es lo que algunos llaman un equilibrio sano entre apoyo y confrontación.
Las relaciones que únicamente se apoyan se pueden volver muy dependientes, porque no hay nadie que ponga límites y diga las cosas que a veces no agradan tanto escuchar. Las relaciones que solo confrontan acaban por estropearse por falta de muestras de apoyo y cariño. Y tú, ¿de qué pie cojeas?
Seguro que tienes muchos ejemplos en mente donde ocurre una u otra cosa. Un buen balance entre ambas es el escenario perfecto para crear relaciones sanas.
Creo que te sonará Neville Longbottom, uno de los personajes de la saga de Harry Potter. Me gusta mucho la escena en la que decide (sin mucho éxito) confrontar a sus amigos porque consideraba que iban a perjudicar a toda su casa (Gryffindor) en la competición anual contra las otras casas de Hogwarts saliendo a hurtadillas por la noche. Me parece una escena tierna, porque en el fondo son sus amigos.
Como dice Albus Dumbledore al final de esa película, hace falta mucho coraje para “enfrentarte” a tus enemigos, pero mucho más para hacerlo con tus amigos. Con esto no te estoy invitando a que solo compartas con tus amigos y tu entorno las cosas que desde tu punto de vista no consideras correctas o con las que estás en desacuerdo, sino más bien a tomar conciencia de si esta es una cualidad que te cuesta más mostrar por miedo a perder su cariño.
Si te inclinas más hacia el lado de apoyar siempre, puedes probar a darte permiso (poquito a poquito y en situaciones donde te sientas cómodo para hacerlo) de expresar tu desacuerdo, de mostrar tu individualidad y tus diferencias. En el caso contrario, si te enfocas más en confrontar normalmente, la invitación es a darte permiso para expresar cosas que te gustan de las personas que te rodean también. Lo mucho que disfrutas en su compañía, lo bien que te ha sentado la conversación o atributos que admiras en esas personas. Esto se aplica también con la relación contigo mism@.
Habiendo ya pasado, aunque sea por encima, por ese camino de competencias intrapersonales e interpersonales, estamos listos para enfocarnos en las sociales. Evidentemente, todas estas competencias están íntimamente relacionadas entre sí. Sin embargo, las hemos separado para que veas la forma en la que interaccionan de una forma más gráfica: yendo de un “yo”, a un “nosotros”, para terminar en un “contexto” o un momento determinado en el tiempo.
Podemos, ahora sí, volver a nuestra pregunta inicial: ¿qué se requiere de mí?
Hemos crecido en una sociedad dualista donde normalmente nos identificamos más con los extremos. Por ejemplo, estamos más identificados con ser personas alegres o tristes, responsables o irresponsables, rígidas o flexibles, creativas o no, y así con todo.
No obstante, ambas polaridades son parte de nosotros y son adecuadas en situaciones diferentes de nuestra vida. Si estamos muy identificados con la alegría, quizás experimentemos mucha dificultad para vivir plenamente y de forma sana la tristeza necesaria cuando toca vivir un duelo por el fallecimiento de un ser querido o la marcha de una persona cercana a otro país. O, al contrario, que exista tanta identificación con la tristeza que toque celebrar algo y no me entregue plenamente a esa experiencia. A veces toca ser responsables, por supuesto, y a veces toca desmelenarse un poco también. Igual con la rigidez y la flexibilidad, y con todas las polaridades que te puedas imaginar.
Como pasa con un péndulo o un columpio, cuanta más capacidad tengamos de ir de un lado al otro en función de lo que se requiera de nosotros, más en contribución estaremos con nuestro contexto.
Un ejercicio interesante en este sentido es preguntarte con qué cualidades te sientes profundamente identificado. Después, escribir su contrario. Y simplemente preguntarte:
¿Qué beneficios podría traer a mi vida y la vida de los que me rodean que explore en este otro polo? Seguro que encuentras contextos sanos donde poner explorarlos de cara a poder tener un repertorio más amplio de recursos para contribuir al momento de una forma más rica.
Nuestras aptitudes sociales, entre otras cosas, determinan cómo de exitosas son nuestras interacciones con los que nos rodean. Que tú aprendas a gestionarlas conscientemente, de una forma sana y compasiva, no solo cambia tu manera de interactuar con los de tu entorno cercano, sino que ayudas con ello a construir una sociedad cada vez más colaborativa, responsable y pacífica. Recuerda que cada pequeño gesto cuenta. Sobre todo, cuando ese interés por la felicidad de los demás es genuino.
¡Cada maestrillo tiene su librillo! Esperamos que hayas tomado nota de lo que te haya inspirado. Lo demás, corre de tu cuenta 😉
¡Hasta pronto!
Alex es community manager, psico-terapeuta, formador y facilitador. Sus grandes aportaciones han sido realizar proyectos de cooperación internacional en Senegal, Costa Rica e India; programas de acompañamiento juvenil, educación emocional y experiencial en España; y coordinar la comunidad de expatriados más grande del mundo desde Alemania. Su misión es crear espacios donde los jóvenes puedan conectar con quiénes son, sus talentos y su manera de contribuir en el mundo de una forma sostenible.