Hasta aquí: límites en las relaciones

Hasta aquí: límites en las relaciones
20May 2023

Uno de los pilares básicos para sentirnos bien con nosotros mismos y con las relaciones que establecemos consiste en tener claro cuáles son nuestros límites y hasta dónde queremos llegar. Marcar esa línea que no vamos a traspasar. Esto nos va a permitir construir relaciones sanas con los demás, en las que el respeto fluya en ambas direcciones.

Parar a escuchar aquello que necesitamos también nos va a servir para ser más empáticos a la hora de respetar el espacio de la otra persona y saber aceptar un “no” por respuesta, de la misma manera que poder transmitir con asertividad nuestras necesidades y poder decir que “no” sin problema. 

El hecho de que nuestros límites estén en un punto determinado, no significa que para todas las personas sea igual. Debemos tener presente que hay muchos niveles y hay que respetar aquellos que estén por debajo y por encima, lo cual no quiere decir que sean mejores o peores. 

Para visualizar esto mejor, podemos imaginarnos el mar. Cuando vamos a la playa hay gente que se queda en la orilla y deja que el agua le moje los pies. Otros, por el contrario, se meten en el agua, pero no pasan más allá de dónde no dan pie. Hay gente que se adentra un poco más y nadan, bucean o juegan sin importarles que sus pies no toquen la arena, pero sin alejarse demasiado de la orilla y, por último, están los que nadan hasta la boya. Cada uno ha marcado sus límites y dentro de ellos disfruta del agua y del baño según sus preferencias y a su manera.

Con las relaciones pasa igual: marcar nuestros límites nos va a permitir relacionarnos de forma sana, sabiendo con qué estamos cómodos y cuándo hay que parar. Del mismo modo, vamos a ser conscientes de que hay cosas que no son límites para nosotros y sí pueden serlo para los demás, y viceversa. 

Cuando comenzamos nuestras primeras relaciones, es común no tener unos límites demasiado definidos, ya que estamos en un momento de experimentar y conocer cómo nos relacionamos, lo que esperamos de esa relación, el espacio en el que queremos movernos para estar a gusto y donde ponemos esos límites. Por ello, cuando no están claros, puede ocurrir que empecemos a sentirnos agobiadas o incómodos y que no sepamos cómo salir de ahí una vez que estamos dentro. Se han normalizado esas conductas o el miedo a lo que dirá la otra persona nos frena. Nos quedamos ahí, en ese malestar, vulnerando nuestras necesidades. 

Tener una buena comunicación, prácticamente desde el principio, es necesario para poder ir construyendo un espacio seguro y cómodo para ambos desde el respeto mutuo. Al dejar clara cuál es nuestra posición, vamos a poder transmitir a nuestra pareja nuestras necesidades, espacios y tiempos, así como relacionarnos con ella con libertad y no según lo que los demás esperan de nosotros. 

Sin embargo, esto puede resultar complicado, ya que muchas veces no tenemos muy claro dónde están o cuáles son esos límites y no sabemos transmitir qué líneas no cruzamos en determinadas situaciones o cuales son nuestras preferencias, necesidades, gustos y limitaciones.

Por otra parte, el miedo y la inseguridad, ser rechazados, sentirnos inferiores o juzgados, puede ser una de las razones principales que nos frenen a la hora de ser claros con la otra persona.

Obstáculos a la hora de poner límites

Inseguridad

Al proponer un cambio no sabemos cómo va a reaccionar la otra persona o la repercusión que va a tener en el ambiente o entorno que ya conocemos. Esto supone una incertidumbre que implica no controlar la situación y nos da miedo lo que pueda pasar. 

Pero, si somos capaces de hacerlo, podremos hacer que la otra persona nos conozca mejor y podamos relacionarnos de una forma más cercana, siendo nosotros mismos. Si siempre actuamos en función de las expectativas de los demás los alejamos al no permitirles que nos conozcan.

Evitar el conflicto

El miedo a una confrontación puede paralizarnos. Nos mueve evitar discusiones o conflictos y permitimos la invasión de nuestro espacio o el traspaso de los límites; complacemos a la otra persona.

Sin embargo, establecer nuestros límites, dando a conocer nuestra perspectiva, preferencias y lo que necesitamos no tiene que suponer una pelea. En cambio, no dejar clara nuestra posición, hace que no nos sintamos a gusto e iremos desgastando poco a poco tanto a nosotros como a la relación.  

Desconocimiento

No tener claros cuáles son nuestros derechos como personas así como nuestras libertades. Las falsas creencias sobre las relaciones o sobre cómo funcionan hace que nos mantengamos en una posición que alimenta las relaciones tóxicas; normalizamos conductas dañinas.

Es esencial romper con los mitos, con las ideas que nos han metido y hemos asumido sobre las relaciones, para poder crear una visión y una forma de entenderlas que si encaje con nuestros valores. 

Culpa

En este caso, los sentimientos de culpa, el miedo a hacer sentir mal a la otra persona o sentirnos egoístas, también puede frenarnos. 

Pero aquí lo que estamos haciendo es validarnos a nosotros mismos, ser responsables; compartimos con la otra persona lo que queremos crear con ella y de que manera funcionaría para nosotros y así, poder llegar a acuerdos. Esto no quiere decir que todo haya que negociarlo, habrá límites que no se puedan tocar y sean inamovibles. 

Manera de comunicarnos

Muchas veces, transmitir las cosas de manera poco asertiva puede hacer que la otra persona se sienta ofendida, atacada o responsable de lo que ocurre. 

Por eso, utilizar un lenguaje asertivo, nos lleva a poder establecerlos límites desde nuestras necesidades y no desde un ataque hacia la pareja. 

Debemos ser conscientes de que trazar límites no es algo puntual y que hagamos en un momento concreto y fin. Es un proceso de autoconocimiento y evolución, por lo que nuestros límites se verán modificados a medida que nos conocemos, que las relaciones avanzan y que vamos teniendo claras nuestras preferencias y el tipo de relaciones que queremos crear

Una actitud dialogante, empática, basada en la escucha y el respeto son la base para crear espacios seguros en los que compartir.

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Alba Rodríguez

Alba Rodríguez

Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.

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