En los deportes, cuando formamos parte de un equipo, la confianza es uno de los pilares básicos para que pueda ser “un buen equipo”. Necesitamos conocer el rol que desempeña cada uno de los miembros del mismo, así como los tiempos que hay para hacer un trabajo efectivo. El apoyo y la comprensión de los compañeros es esencial para crear esta confianza.
En las relaciones ocurre igual: formamos un equipo en el que cada uno tiene sus responsabilidades y tiempos, por lo que hay que conocerlos y respetarlos para hacer que funcione.
En los equipos no hay dos personas iguales, cada una, con sus cualidades y peculiaridades aporta cosas diferentes. Todo esto se compagina con las de los demás y se complementan. Esto va a marcar la diferencia: permite crear estrategias, dar diferentes responsabilidades a cada jugador y confiar en los demás para ir a una y ganar. Para ello, también debemos trabajar la paciencia, ya que hay que respetar turnos y saber aceptar ciertas jugadas.
Es importante tener presente que es muy difícil y que, además, no tenemos por qué coincidir siempre al cien por cien con nuestra pareja. Muchas veces creemos que tenemos que pensar igual y estar siempre de acuerdo, pero esto, ni es real, ni es funcional. Veamos por qué.
Una de las cosas que mantiene esta creencia viva y por la que nos empeñamos en que ambas partes tengamos que resolver las cosas de la misma manera es para evitar los conflictos. Estos nos generan malestar y situaciones desagradables que no queremos tener en nuestra vida, suponen peleas, noches sin dormir, emociones negativas… Es normal que queramos huir de esto y buscar siempre la armonía y la paz. Sin embargo, actuar desde la evitación nos puede llevar a asumir responsabilidades que no queremos o no nos pertenecen, hacer cosas con las que no nos sentimos cómodos o permitir situaciones que no se deben tolerar.
Los conflictos son algo que forma parte del día a día y de la vida. Al relacionarnos con los demás vamos a encontrar discrepancias y puntos en los que no estamos de acuerdo. Esto no es algo malo, es natural, incluso nos permite abrir horizontes y escuchar puntos de vista que nos van hacer aprender. No quiere decir que tengamos que cambiar nuestra forma de ver las cosas, pero nos ayuda a tener una visión más amplia e incluso a plantearnos cosas que ni siquiera habíamos considerado. Para ello es esencial saber escuchar, desde la empatía y sin juicios; entender por qué la otra persona hace lo que hace y darle un sentido, aunque no lo compartamos.
Este proceso no es algo sencillo, pero se puede trabajar y, para ello, la comunicación es esencial. Sin embargo, no podemos hacerlo solos, en una única dirección, sino que ambas partes deben hacer que la comunicación fluya y aprender a escuchar. Vamos a hacer equipo.
Una vez aceptado que los conflictos forman parte de mis relaciones, podemos pasar a analizar otros puntos que son esenciales para formar nuestro equipo.
Reconocer los momentos en los que no estamos disponibles emocionalmente para tratar ciertos temas también va a favorecernos a nosotros y a nuestro vínculo.
Es cierto que la base para poder construir todo esto es saber reconocer y respetar los tiempos, tanto los propios como los de la otra parte. Sin embargo, para que esto sea funcional, también es esencial la gestión de nuestras emociones. Una buena regulación emocional va a permitir que todo lo anterior fluya y podamos cuidar el vínculo con nuestra pareja; construiremos un espacio seguro en el que convivir.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.