¡El viaje más apasionante es aquel del descubrimiento del Ser!
Y te preguntarás: ¿por qué empezar así un artículo sobre habilidades interculturales?
Pues verás, resulta que en el deseo genuino de conocer al “otro” acabamos conociéndonos más a nosotros mismos y también al contrario. Aprendemos a no dar las cosas por sentado, a darle a la comunicación y al diálogo la importancia que tienen, a desarrollar una actitud de escucha de la situación, de las personas que tenemos delante y de lo que se requiere de nosotros en un momento preciso; a comprender que nuestra manera de hacer no es la manera de hacer de otros, que nuestra verdad puede no ser La Verdad, a respetar el camino y las formas de ser de las personas que nos rodean, a la vez que las nuestras; a abrazar nuestra diversidad y desarrollar nuestra tolerancia; a respetar, y una larga lista que irás descubriendo muy pronto. O quizás ya estás en proceso.
Si has estado ya de intercambio, visitando a amigos o amigas en otro país, quizás te haya pasado algo parecido. De cena con mis amigos en Munich – la polaca, el alemán, la estadounidense, el indio y la tica (de Costa Rica, para quien no lo sepa) – pudimos ver un poquito del carácter estereotípico de cada nacionalidad.
El alemán nos sirvió la cena, después de haber esperado a que el indio llegase cuarenta y cinco minutos “tarde”. Por supuesto, el alemán le expresó al indio su descontento con la situación, a lo que la tica respondió diciendo que no era para tanto, que todo estaba bien.
Cuando acabamos el primer plato, el alemán preguntó si alguien quería más. A mí me gusta comer, así que le dije que por favor me sirviese un poco más. La polaca también quería más, o eso nos confesó más tarde, pero es más educado en Polonia decir que estás satisfecha porque normalmente allí la gente insistiría. El alemán no insistió.
La estadounidense empezó en la sobremesa a hablar sobre cosas que le gustaban y también sobre aquellas que no le parecían tan bien de su piso. El alemán, que vivía con ella, estaba enfocado en las cosas que no funcionaban. Yo, que le conocía un poco más, sabía que estaba feliz en el piso, pero los demás llegaron a pensar que quería mudarse por lo descontento que parecía.
Como lector, quizás ya has hecho algún juicio de valor al leer esta anécdota. Probablemente, te has sentido más identificado con unas personas que con otras, o pensado en cómo es posible que tal o cual persona hayan hecho esta cosa o la otra. Sin embargo, no es esa la intención al compartir esta historia, sino justo lo contrario.
Nuestra percepción del tiempo y el valor que asignamos a la puntualidad, cómo de directa es nuestra comunicación, cómo nos tomamos la vida en general, lo que consideramos educado y lo que no, la facilidad que tenemos al expresar las cosas con las que estamos satisfechos y las cosas que no funcionan… varían no solo de persona a persona, sino que también culturalmente existen diferencias.
Los estereotipos están ahí como una referencia para nosotros. Aunque útiles a veces, también tiene sus riesgos partir de estas suposiciones a la hora de conocer a alguien. Por eso, nosotros consideramos que es más importante desarrollar una actitud.
Después de esta pequeña historia hemos puesto de manifiesto cómo en una situación relativamente corriente, pueden ponerse en juego muchísimas facetas de nuestro bagaje cultural. Ese bagaje es enriquecedor si somos capaces de verlo, reconocerlo y valorarlo, de la misma manera que lo hacemos con el nuestro.
Si estás leyendo esto es que tienes espíritu viajero e interés por este tipo de habilidades. Pero ¿sabes qué es lo más interesante de esto? Que esta actitud la puedes desarrollar incluso sin necesidad de entrar en contacto con otras culturas, simplemente integrando esta actitud en tu forma de vivir e interactuar con tu entorno.
Al final, se trata de tender puentes entre mi realidad y la realidad de la persona que tengo delante. Para ello, una comunicación abierta y asertiva es clave.
A lo mejor te sirve tener esto presente si quieres introducir esta actitud en tu día a día:
El beneficio personal más directo es que vas a desarrollar tu empatía exponencialmente. Aprender a comprender al otro desde nuestra propia emoción y conectados con nuestra propia forma de resonar con esa situación es una habilidad que podrás llevar a muchas facetas de tu vida.
Un pequeño ejercicio que puedes hacer es preguntarte ¿qué estoy experimentando (emocional, física o mentalmente) mientras escucho a esta persona?
Seguro que lo has escuchado en más de una ocasión, esto de salir de “la zona de confort”, de salir a explorar. Esa actitud de apertura a lo desconocido te va a ayudar a no dar las cosas por sentado. A tener siempre curiosidad por ir más allá, en aras de una sociedad más tolerante y diversa.
Celebrar nuestras diferencias y disfrutarnos en nuestra comunión (común + unión) nos ayuda a ver lo que nos hace “uno distinto del otro” y “uno con los demás”. Es decir, integrar de qué medida es necesario verme en mi individualidad, de la misma manera que es necesario saberme parte de algo que va más a allá de mí mismo.
¡Ni te lo imaginas! Las empresas grandes de hoy en día invierten mucho dinero en formación para sus empleados para permitirles desarrollar habilidades de este tipo. Básicamente, el éxito de sus equipos de trabajo depende de ello.
Si vas aplicando poco a poco alguna de estas actitudes en tu día a día, verás como te conviertes una persona más flexible y adaptada a lo que se requiere de ti en cada momento. Esto te ayudará enormemente a trabajar con personas de todas partes del mundo, que no solo tienen personalidades diferentes, sino también formas de trabajar y culturas diferentes.
Cuando vayas a la universidad o continúes el tipo de formación que elijas, te darás cuenta de cómo estas habilidades desempeñan un rol fundamental.
Es irremediable. Vamos en la dirección de un mundo cada vez más conectado, con todas las ventajas y los potenciales riesgos que esto conlleva. Es nuestra responsabilidad prepararnos para ese mundo. Lo bueno de todo esto es que ¡puedes empezar a prepararte desde ya!
Viajando o sin viajar, vayas donde vayas, lleva contigo esta actitud y haz un seguimiento de cómo vas mejorando en estas habilidades.
Puedes escribirlo en un cuaderno, hablar regularmente con un amigo, mentor o acompañante sobre el tema, o proponerte retos cada semana e integrarlo como parte de tu rutina. Estoy seguro de que encontrarás tu manera.
Un buen resumen de esta actitud sería ver el momento de compartir con alguien como cuando llegas a casa de una persona que no conoces aún mucho. Abren la puerta, saludas, te descalzas y observas cómo funcionan en esa casa.
Pues así, de a poquito y con buena letra, descalzarnos ante la persona que tenemos delante para aprender a vernos y a amarnos mejor.
Una amiga mía canta una canción que dice: “descálzame y hazme ver quien soy”.
¡¿Estás list@?!
Alex es community manager, psico-terapeuta, formador y facilitador. Sus grandes aportaciones han sido realizar proyectos de cooperación internacional en Senegal, Costa Rica e India; programas de acompañamiento juvenil, educación emocional y experiencial en España; y coordinar la comunidad de expatriados más grande del mundo desde Alemania. Su misión es crear espacios donde los jóvenes puedan conectar con quiénes son, sus talentos y su manera de contribuir en el mundo de una forma sostenible.