Nos movemos de manera acelerada por el mundo, creciendo por caminos ya establecidos o que nos van marcando y manteniendo relaciones que igual no nos hacen sentir aquello que necesitamos.
En nuestra vida, en nuestro día a día, hay cosas que consideramos más importantes que otras o a las que les damos más valor. No me refiero a cosas físicas u objetos, sino a personas, planes, ámbitos de nuestra vida, aquello en lo que invertimos el tiempo. Nuestras preferencias de unas sobre otras se conocen como prioridades y pueden variar según la etapa o el momento en el que nos encontremos.
Las prioridades en la vida son como las listas de canciones de nuestras “playlist”. Ahí están las canciones que nos gustan mucho y queremos escuchar, pero hay algunas que son nuestras favoritas y con las que más disfrutamos. A menudo, las ponemos en primera posición para asegurarnos de que van a sonar y de esta manera disfrutaremos más ese momento. Estas “playlist” las vamos modificando a lo largo de nuestra vida.
Es importante aplicar esta forma de actuar en nuestro día a día, para dedicar nuestro tiempo y energía a aquello que nos divierte, nos llena y nos hace sentir bien.
Todo esto está estrechamente relacionado con los límites. Siguiendo el mismo ejemplo, estos límites que ponemos en nuestra vida o nuestras relaciones podrían ser como ajustar el volumen de las canciones. Este va a variar en función de dónde o cómo nos encontremos. Si estamos con más gente y queremos escuchar música, deberemos buscar el nivel para que sea cómodo para nosotros y a la vez, no moleste a los demás. Habrá momentos que usemos auriculares y otros que pongamos la música a todo volumen, respetando las normas de convivencia si son altas horas de la noche. También hay sitios en los que las canciones pueden sonar a todo volumen; como vemos los límites cambian. Ajustar el volumen y respetar las reglas mantiene un equilibrio que nos permite disfrutar de nuestra música y respetar a los demás. Establecer límites en las relaciones también nos permite disfrutarlas plenamente.
Efectivamente, identificar y establecer un límite no es algo sencillo, pero trabajar en ello merece la pena para cuidar nuestro bienestar y mantener relaciones saludables. Es como si tuviéramos un escudo que nos va a permitir mantener un equilibrio en las relaciones, proteger nuestra integridad emocional y ser conscientes y consecuentes con cómo queremos ser tratados. Esto quiere decir, saber aquello que no vamos a permitir que nos hagan y tomar acciones en caso de que ocurra.
Es importante ser lo más sinceros posible con nosotros mismos, reconociendo aquellos aspectos que quizás nos pueden llevar a soluciones que nos saquen de la zona en la que nos sentimos cómodos. Sin embargo, evitar aquello que nos perjudica mantiene las sensaciones negativas en nuestra vida. Cuidarnos también es afrontar todas estas cosas.
Muchas veces invertimos tiempo y energía en cosas que no nos hacen feliz o no queremos, por costumbre o porque es lo que hemos hecho siempre. Por ello, debemos identificar lo que nos provoca sensaciones negativas y ver qué cosas debemos cambiar o qué necesitamos para sentirnos mejor.
Para ello podemos identificar situaciones o personas que están generando malestar en nuestra vida a día de hoy. Hacemos una lista de unos 4 límites que podemos poner a esa persona / situación. También podemos hacer una lista de unos 4 límites que debemos ponernos a nosotros mismos y las acciones correspondientes a realizar. Una vez hecho, pasamos a identificar de qué forma esos límites cambiarían nuestras sensaciones en las situaciones o la relación con la persona si realizamos las acciones escritas anteriormente. Ponemos un plazo de tiempo para ir realizando lo anotado y lo revisamos al mes; podemos comparar como estamos, si hemos notado cambios a mejor e ir reajustando lo que necesitemos.
Al igual que conocemos y nos sabemos a la perfección las letras de nuestras canciones favoritas, tenemos que identificar aquello que es importante para nosotros, para nuestras relaciones; aquello que nos hace sentir bien. El primer paso para ello es saber reconocer nuestras emociones y actuar en consecuencia.
Por ejemplo: es nuestro cumpleaños y media hora antes nuestro amigo nos avisa de que no va a venir y ya nos veremos otro día. Es probable que reaccionemos con enfado o tristeza. En ese caso podemos hablarle mal o decirle algo impulsivo de lo que nos podemos arrepentir; eso no es poner un límite. Actuar en consonancia con nuestra emoción sería esperar a que la emoción se rebajara y comunicar cómo nos hemos sentido y el motivo por el que era importante para nosotros.
Este es un ejemplo de que comunicar nuestras necesidades a los demás, sin exigencias ni expectativas, ni desde el enfado o la frialdad, nos va a permitir ser claros y respetuosos. Cuando hablamos de uno mismo y de nuestras emociones, de forma sincera, sin echar nada en cara, no haremos sentir incómoda a la otra persona y nos estaremos cuidando también a nosotros mismos. Estamos creando un espacio de confianza en el que nos abrimos e invertimos nuestro tiempo en explicar cómo nos estamos sintiendo y aquello que necesitamos. Lo que la otra persona haga con esa información, es su responsabilidad. Así, crearemos relaciones positivas con quienes nos cuiden y nos respeten.
Detectar esto y actuar en consecuencia nos acerca al bienestar personal. También es importante ser conscientes de que hay cosas que no vamos a poder cambiar o controlar, cosas que dependen de los demás. Este trabajo nos permite identificar qué áreas de nuestra vida podemos revisar y aumentar el valor que nos damos a nosotros mismos a través de nuestras acciones.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.