¿Qué quieres ser de mayor? ¿A qué universidad quieres ir? ¿Dónde quieres trabajar? Estoy seguro de que habrás escuchado estas preguntas 1 000 veces en tu vida. Puede que no supieses la respuesta, puede que siempre respondieras lo mismo o puede que la respuesta haya ido cambiando con el tiempo. El “problema” es que las hemos normalizado.
Nuestro paradigma o mapa mental es el conjunto de creencias y pensamiento que dicta nuestra vida. Las creencias crean el conjunto de pensamiento y emociones que determinan nuestras acciones y por ende nuestros resultados finales. Gran parte de lo que creemos, pensamos, sentimos y hacemos depende de las preguntas que nos hacemos.
Si echamos la vista atrás, todo lo que has creado, aquello a lo que nosotros llamamos “realidad” ha sido creado en base a preguntas que se hicieron hace miles de años. De una manera consciente o inconsciente seguramente se preguntan algo como ¿cómo podríamos cruzar ese río varias personas?, ¿cómo podemos sentir menos frío?, ¿cómo podrías hacer que varias personas aprendan a la vez? Y así es como se crearon los barcos, los abrigos y las escuelas, por ejemplo.
Si nos ponemos un rato a reflexionar veremos que todo aquello que vemos ha sido creado a través de lo que se llama “preguntas dinámicas”.
Hace unos años fui a visitar, junto con un amigo, a otro amigo cerca de Madrid para pasar juntos un fin de semana. Cuando llegó la noche del primer día, nos propuso jugar a un juego. A priori, era sencillo. Nos sentábamos en círculo y hacíamos preguntas de manera aleatoria, dando el tiempo suficiente para que el otro respondiese. La única norma era que las preguntas que hiciésemos nunca podíamos haberlas escuchado anteriormente. Era retador y creativo, porque si te paras a pensarlo un poco ¿Cuántas miles de preguntas había escuchado en mi vida hasta entonces?
Al principio fue complicado pensar. Mi amigo se animó y empezó la primera ronda:
Si pudierais elegir una emoción que experimentar ahora, ¿cuál sería?
¡Boom! (Así llamo yo a estos momentos). Es como si algo dentro de tu cabeza explotará como una bomba. Se ha despertado algo mágico, que te da una sensación de vértigo y paz a la vez.
El hecho de pensar la respuesta nos llevó un tiempo, jamás nos habíamos planteado algo así, era curioso cómo nuestra mente trataba de buscar en nuestra memoria. Pero no había nada similar.
¡Alegría! -dijo mi amigo.
¡Curiosidad! –dije yo.
Habíamos entendido el juego. Pudimos estar horas y horas haciendo preguntas y respondiendo. No había prisa. El silencio y la lentitud formaban parte del juego. Reflexionar y sentir el flow era parte del juego. Algunas preguntas eran más profundas y otras más superficiales, pero al final cada una de ellas tenía un tesoro escondido. Salieron preguntas muy interesantes como:
¿Cómo te gustaría que fuesen las relaciones?
¿Si eligieras una vida alternativa, cuál sería?
¿Con cuántas personas te gustaría vivir?
¿Cómo te gustaría dedicar tu tiempo?
¿Si fueras maestro, que te gustaría enseñar?
¿En qué realidad te gustaría vivir?
Cuando acabamos de jugar, puedo asegurar que nos sentíamos diferente. ¡Nos conocíamos muchísimo más! No solo a nosotros mismos, sino entre nosotros. Sabíamos responder a cosas que jamás hubiéramos sabido responder. Nos sentíamos más conectados con nosotros mismos, porque el dinamismo y la calidad de las preguntas de esa noche determinaron algunos de nuestros pensamientos.
¿Te imaginas que nos hiciesen estas preguntas desde la escuela?, ¿qué crees que cambiaría?
El arte de preguntarse y cuestionarse puede ser un trampolín para verte, reconocerte y aceptarte a través de las respuestas. Preguntarse y cuestionarse será fundamental para saber relacionarte con los demás y así desarrollar tus habilidades sociales y herramientas de una manera más consciente. Y puede que algún día encuentres una pregunta que te remueva por dentro y de permita descubrir aquello que llevabas mucho tiempo queriendo saber.
Yo, personalmente, cuando tenía unos 17 años, siempre me preguntaba: ¿y qué quiero hacer?, pretendiendo buscar una respuesta sobre un tipo de profesión o de carrera. Y estuve bastante tiempo sin saber qué responder. Esa pregunta me bloqueaba, hasta que un día cambié la pregunta. Recuerdo aquel momento como uno de los más reveladores hasta el día de hoy.
Mi pregunta dinámica fue: ¿De qué manera quiero servir a la humanidad? Porque el servicio era y es algo importante para mí, porque a través de la pregunta pude darme cuenta de cuál era mi propósito, cuál eran los siguientes pasos que quería dar y sobre todo, el sinfín de posibilidades y oportunidad que se me abrían paso. Y lo más importante, ¡amaba todas ellas!
¿Qué quiero hacer? (pregunta bloqueo) → ¿Cómo quiero servir a la humanidad? (pregunta dinámica)
No empujes el río, este fluye por sí mismo.
Juega con tus amigos a haceros preguntas, escribe aquellas preguntas que te llamen la atención o las respuestas que llevabas tiempo buscando. Lee, curiosea, abre tu mente y corazón. Y, sobre todo, ¡ten paciencia! Puede que en algunas ocasiones cuando descubras las respuestas, la vida te cambie la pregunta.
Si se te olvidó la pregunta, puede que no fuese tan importante. Si hay alguna respuesta que no te llega, puede que no estés todavía preparado para escucharla. Por ende, convive con la pregunta, que al menos, será tu mejor compañía…
¿Alguna pregunta?
Se presenta como nómada, con diez años de experiencia explorando comunidades donde el desarrollo personal, comunitario, ecológico y artístico son los ejes principales. Ha trabajado en países como España, Rumania, Italia y Alemania y actualmente vive y viaja en su furgoneta “Samsara” co-diseñando proyectos regenerativos y residencias artísticas para zonas rurales, organizaciones y ecoaldeas. Todo lo que hace está ligado a su propósito: “conectar a la gente consigo misma, con las demás y con la naturaleza a través de la experiencia de comunidad”.