La mayoría de los inicios, en los que decidimos embarcarnos en una relación con otra persona, suelen ser bonitos. Esos momentos, que están llenos de ilusión, de ganas de comerse el mundo y de felicidad, motivan y dan el impulso para crear un vínculo afectivo con alguien. ¡Y qué sensación más increíble!
En esta primera etapa de una relación es común que las cosas vayan sobre ruedas, que todo sea maravilloso y que apenas haya discusiones o motivos por los que estar preocupado.
¿Por qué ocurre esto?
Cuando conocemos a alguien y más aún cuando queremos conquistar a otra persona, es normal que mostremos nuestra mejor cara, que seamos serviciales, que estemos atentos a las necesidades del otro, cuidando al detalle cada aspecto de nuestra relación. De esta manera, conseguimos que todo fluya y, aparecen así, los sentimientos que crean poco a poco un vínculo más fuerte. Por lo que podemos decir que este sería el comienzo de nuestra relación.
¿Por qué tras un tiempo parece que las cosas no funcionan tan bien? ¿Por qué de repente aparecen conflictos? ¿Por qué llega un punto en el que no es todo idílico?
¡Cuidado! Con esto no quiero decir que siempre tenga que ser de esta manera. Si bien, es habitual que tras un tiempo de relación, haya confrontaciones o situaciones en las que no se esté de acuerdo. Esto no significa que lo que viene ahora tenga que ser algo negativo o malo para la relación. Al contrario, es el momento en el que de verdad se empieza a formar una base sobre la que crearla y construirla.
Podemos pensar que la otra persona ha intentado engañarnos mostrándonos una cara que en realidad no tiene o vendiéndonos algo que no existe. Sin embargo, podemos mirarnos a nosotros mismos y ver cómo también, inconscientemente, actuamos igual y mostramos la parte que más nos gusta, tanto en relaciones de pareja, como de amistad. Esto no quiere decir que tengamos la intención de engañar a nadie; actuamos así porque estamos focalizados únicamente en crear sensaciones buenas. Y esa persona, que crea esas cosas, también somos nosotros, lo cual no significa que no existan otras partes en nuestro interior que quizás, en ese momento, no estamos potenciando tanto por estar pendientes de otras.
A priori, no intentamos mentir a los demás cuando empezamos algo, simplemente, no nos conocen ni nos han visto afrontar otras situaciones diferentes. Y ahí está lo bonito, cuando esa relación se vuelve convivencia, nos relajamos y nos dejamos conocer, intentando buscar los puntos en común para cuidar(nos) lo que estamos creando. Porque una relación también es un proceso, es conocimiento, es escucha, es comprensión y es seguridad. Veamos por qué:
Es cierto que una relación no es algo sencillo y que al convivir (no me refiero físicamente) con otra persona, van a surgir roces. Para que funcione es necesario un trabajo conjunto, en el que ambos caminemos a la par para hacer que todo fluya. Estar en el mismo punto, tener visiones en común y querer o tener proyectos parecidos, es algo que va a facilitar las cosas, siempre y cuando nos sintamos en el mismo nivel de respeto y amor.
Sin embargo, esto no quiere decir que una relación tenga que funcionar sí o sí y nos empeñemos en hacerlo sea como sea, esperando que todo vaya a mejorar y desgastándonos (a ambas partes) tanto física como mentalmente. Porque el hecho de que la relación fuese maravillosa cuando comenzó o en el pasado, no quiere decir que lo sea ahora, en el presente, y no es un motivo para alargarla.
La parte más bonita de una relación no es el subidón del principio, sino la paz y sensación de hogar que viene después
Elizabeth Clapés
No te obsesiones con ese principio, ¿Cómo te trata ahora? ¿Cómo te sientes en tu relación?
Muchas veces, es ese recuerdo, el pensar en esos momentos increíbles que hemos pasado juntos son los que nos mantienen atados a una persona, esperando que todo vuelva a ser igual. Pero como ya sabemos, una relación avanza, es un proceso en una dirección y no se puede volver atrás. Por ello, es importante ser consciente y críticos con esto; saber diferenciar entre si estamos haciendo un trabajo conjunto y desde el amor, que nos lleve a algo sano o, por el contrario, estamos anclados a un recuerdo y creando un sufrimiento innecesario por alargar algo que no funciona.
Amar es cuidar para conservar, más que cuando lo hacías para conquistar
Elizabeth Clapés
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.