Viajar, sea para pasar un año en otro colegio, con otra familia u otro grupo de amigos, es más que explorar nuevos lugares; es un viaje interno que nos lleva a descubrir no solo el mundo que nos rodea, sino también quiénes somos realmente.
En todos estos tránsitos, de un lugar a otro, experimentamos constantes ciclos de apego y desapego.
El concepto de apego y desapego ha sido explorado a lo largo de la historia por diversas filosofías y corrientes de pensamiento. Desde la perspectiva budista, el apego se refiere a la aferración a las cosas materiales, emociones o ideas, lo cual causa sufrimiento al no aceptar la naturaleza impermanente del mundo. Por otro lado, el desapego en el budismo implica liberarse de estos apegos para alcanzar la iluminación y la verdadera paz interior. En la filosofía estoica, el desapego se relaciona con aceptar con serenidad lo que no podemos cambiar, reconociendo que nuestra felicidad depende más de nuestra actitud hacia las circunstancias que de las circunstancias mismas. En esencia, tanto el apego como el desapego son conceptos que nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con el mundo y a buscar la libertad interior a través del desprendimiento de lo que nos ata y nos limita.
Alba escribió su artículo increíble al respecto, te lo dejo por aquí.
El concepto de apego y desapego juega un papel crucial. Desde aferrarnos a las comodidades familiares hasta soltar las expectativas preconcebidas, el viaje nos desafía a examinar nuestras relaciones con el apego y el desapego.
En los siguientes dos artículos, exploramos cómo estos conceptos influyen en nuestros viajes y cómo podemos integrar las lecciones aprendidas para cerrar un capítulo y empezar otro.
El viaje a menudo comienza con la emoción de lo desconocido, pero también conlleva la nostalgia de dejar atrás lo familiar. El apego a las comodidades del hogar, la familia y los amigos puede generar ansiedad antes de partir, pero también puede enriquecer nuestras experiencias al recordarnos la importancia de las conexiones humanas.
Una vez en el camino, nos enfrentamos al desafío de dejar atrás las expectativas preconcebidas y abrazar la incertidumbre. Aprender a fluir con los cambios, aceptar lo inesperado y adaptarse a nuevas situaciones es esencial para disfrutar plenamente del viaje.
Durante el viaje, creamos recuerdos preciosos y nos conectamos con lugares y personas de manera profunda. El apego a estas experiencias puede llevarnos a aferrarnos al pasado, dificultando nuestra capacidad para seguir adelante y abrirnos a nuevas oportunidades.
A medida que el viaje llega a su fin, surge el desafío del desapego al dejar atrás las experiencias vividas y las personas conocidas en el camino. Aceptar que los viajes tienen un principio y un final es fundamental para cerrar un capítulo de manera significativa y prepararse para lo que vendrá a continuación.
Según mi experiencia, el mundo tiene un papel que desempeñar en nuestra liberación. Sus presiones, dolores y riesgos nos pueden despertar – liberarnos de lazos del ego y traernos de vuelta a casa hacia nuestra vasta y verdadera naturaleza.
Joanna Macy
Reflexionar sobre las experiencias vividas y expresar gratitud por los momentos compartidos y las lecciones aprendidas puede ayudar a cerrar un capítulo con paz y aceptación.
Reconocer que el viaje ha sido una etapa de crecimiento y transformación nos permite abrazar el cambio y abrirnos a nuevas experiencias y oportunidades en el futuro.
Mantenerse presente y consciente del aquí y ahora nos ayuda a saborear cada momento del viaje y a apreciar plenamente las experiencias que se nos presentan.
“Estamos de paso”. Aunque un viaje pueda llegar a su fin, la aventura de la vida continúa. Mantener viva la pasión por explorar, aprender y crecer nos permite abrazar cada nuevo capítulo con entusiasmo y curiosidad.
Viajar nos invita a explorar los territorios del corazón y la mente, desafiando nuestras nociones de apego y desapego. Al cerrar un capítulo y empezar otro, llevamos con nosotros las lecciones aprendidas y los recuerdos preciados. Estamos preparados para embarcarnos en nuevas aventuras con valentía y gratitud.
Se presenta como nómada, con diez años de experiencia explorando comunidades donde el desarrollo personal, comunitario, ecológico y artístico son los ejes principales. Ha trabajado en países como España, Rumania, Italia y Alemania y actualmente vive y viaja en su furgoneta “Samsara” co-diseñando proyectos regenerativos y residencias artísticas para zonas rurales, organizaciones y ecoaldeas. Todo lo que hace está ligado a su propósito: “conectar a la gente consigo misma, con las demás y con la naturaleza a través de la experiencia de comunidad”.