Una de las principales cosas que más deseamos cuando entramos en el maravilloso mundo de la adolescencia es la independencia. Ese momento en el que ya no queremos depender de nuestros padres ni de nadie para poder tener más autonomía y libertad. Sin embargo, para poder ser independientes y tener la autonomía que tanto queremos, primero, es necesario asumir la responsabilidad que conlleva y actuar en consecuencia.
Aparte de querer poder entrar y salir cuando nos apetezca, de no tener que dar muchas explicaciones, de poder tomar nuestras propias decisiones, también ansiamos tener autonomía a nivel económico. Esto nos lleva a buscar la forma de obtener ingresos y, en ocasiones, aquella por la que optamos no es, ni de lejos, la más adecuada: las apuestas.
A día de hoy, queramos o no, estamos conectados en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida y esto puede llegar a poner en riesgo nuestra salud. La creciente participación de los jóvenes en apuestas a través de internet es un hecho que ocurre con una alta frecuencia y que podemos entender como una adicción.
Uno de los principales problemas ante esta situación es que una vez que nos encontramos sumergidos en este mundo, nuestro cuerpo nos pide más y no sabemos como pararlo; primero porque no somos conscientes de la magnitud del problema y, después porque no tenemos los recursos para hacerlo.
Por otro lado, los sentimientos como la vergüenza, la culpa o el miedo, dificultan que reconozcamos lo que hacemos por lo que opinen los demás de nosotros o porque piensen que tenemos un problema.
Pues bien, partiendo de aquí, a través de este artículo pretendo acompañarte y proporcionarte una serie de pautas, desde la comprensión y el autocuidado para gestionar estas situaciones, las cuales no tienen por qué ser conductas extremas, ya que en esos casos sería necesario un tipo de ayuda más específica y personalizada.
A parte de lo que comentaba al principio, hay otras razones por las que podemos acabar en una situación como esta; desde la “presión social” (adoptándolo como un medio para relacionarnos con los demás y sentir que pertenecemos a un grupo), hasta para sentir emociones diferentes, como puede ser la adrenalina, para evadirnos de cosas que nos preocupen o por sentir que somos útiles.
Entre las características más peligrosas de esto, a parte del riesgo para la salud que supone, es que las apuestas atraen y, además, logran enganchar, sobre todo cuando vemos que ganamos dinero. Así, en ese tira y afloja de ganancias y pérdidas, acabamos enganchados y se vuelve una adicción; el tiempo que invertimos en esto cada vez es mayor ya que tenemos la necesidad de leer sobre estadísticas, sobre información útil que nos lleve a ganar.
Algo que en un principio comienza para conseguir algo de dinero, se transforma en una obsesión para poder recuperar lo perdido y así poco a poco, vamos perdiendo tiempo, dinero y bienestar. Entramos en un bucle caracterizado por las apuestas, las pérdidas, las ganancias y la adrenalina.
Unos de los principales factores que hace que pongamos nuestra atención en las aplicaciones o páginas de apuestas, son los anuncios constantes que recibimos a través de nuestras redes sociales, la televisión o la radio. A esto le podemos sumar que en muchas ocasiones, sean promocionadas por alguien conocido, famoso, que nos transmita confianza y así, ¿cómo no vamos a fiarnos?.
Vamos a ver una serie de pautas que nos pueden guiar para gestionar las situaciones en las que sintamos ganas de apostar/jugar (esto también lo puedes utilizar para otras conductas problema):
1. Lo primerísimo que tenemos que hacer es aceptar que hay un problema y ser conscientes de la magnitud del mismo, para lo cual necesitamos ser valientes y reconocerlo.
2. El siguiente paso importante es contárselo a alguien, a un familiar, a un amigo, una persona de confianza, Esto va a suponer:
3. El tiempo que invertimos con el teléfono aumenta tanto que dejamos de lado otras actividades, tanto sociales como académicas, y nuestra vida se reduce a todo lo que tenga que ver con las apuestas. Por ello podemos utilizar alguna aplicación para limitar el tiempo que usamos el móvil y de esta manera sólo lo cogeremos para cosas que de verdad necesitemos o sean útiles.
4. Cuando sintamos ganas de apostar podemos posponer el juego para dentro de 5 o 10 minutos, y cuando llegue el momento, lo volvemos a posponer aumentando cada vez más el tiempo, y así sucesivamente hasta que las ganas disminuyan.
5. Buscar actividades alternativas en el momento que sentimos la necesidad de realizar la conducta, esto hará que nuestra atención se focalice sobre otra cosa y así rebajaremos poco a poco las ganas. También podemos buscar o recuperar hobbies o actividades que nos gusten y nos hagan sentir bien.
6. Por supuesto es esencial evitar lugares o ambientes relacionados con las apuestas así como las compañías que nos inciten a hacerlo.
Con el tiempo, esto se hará cada vez más llevadero, más fácil y la necesidad de apostar va a ser cada vez menor. Es importante no confiarse demasiado cuando empecemos a sentirnos bien y a creer que controlamos, y continuar realizando las pautas que hemos hecho hasta ahora. Porque esto nos puede llevar a pensar que si en un momento determinado hacemos algo “por una vez no pasa nada” porque ya “controlamos” y supondría un retroceso y una vuelta a empezar. Así que en esos avances que realizamos vamos a cuidarnos y a ser responsables.
Es esencial ser conscientes de la magnitud que esto supone y de la gran gestión mental y emocional que hay que realizar, así como de lo importante que es tener apoyos, recursos y actitud.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.