Llevaba tiempo queriendo entrevistar a personas que han vivido en primera persona la experiencia de cursar un año académico en el extranjero. Pues bien, aquí tenéis el resultado. Personalmente, me han sorprendido gratamente los testimonios de Carlos, Cristina y Claudia, pues todos resaltan conceptos como “enriquecimiento personal”, “ejercicio de madurez”, “apertura hacia otra forma de hacer las cosas”… También el testimonio de Pilar, madre de Elena, acerca de cómo lo vive una madre. Os relato a continuación lo que me han contado.
Carlos es hoy abogado y hace unos 15 años estuvo en un colegio interno cerca de Devon, Inglaterra. En su caso, tuvo la suerte de seguir los pasos de su hermano mayor, quien había estado previamente en el mismo colegio, así que la decisión de marcharse un año allí fue fácil. Carlos recuerda cómo el primer mes se le pasó volando, debido al esfuerzo extra que tuvo que hacer al principio, pues su nivel de inglés era medio y no entendía todo lo que le decían. Estaba muy alerta todo el tiempo para entender bien a la gente.
Cuenta Carlos que, transcurrido un mes más o menos de su llegada, tomó conciencia de la libertad de la que gozaba al estar allí y de que las decisiones ese año las tendría que tomar él, solo él, sin la ayuda de sus padres que hasta ese momento había guiado muchos de sus pasos. Una de las cosas más positivas que Carlos destaca de aquella experiencia es el deporte, “¡hacíamos muchísimo deporte!, ¡mucho más que en Madrid!” –equitación, futbol, tenis, softball, cricket, baloncesto… El deporte fue para él una forma de integración con los demás alumnos. También el horario británico dice que le gustaba más que el de Madrid, empezar más temprano las clases y salir antes por la tarde, tener más tiempo libre antes y después de cenar…
Cuando le pregunté al final a Carlos si esa experiencia le había servido en su posterior vida académica y profesional, su respuesta fue clara y rápida: “Sí, sin duda. Cuando volví a Madrid, pasé de ser un alumno de 5 ó 6 a uno de 9 ó 10. Mi perspectiva de ver las cosas cambió, me sirvió para tener una actitud ante las cosas más basada en el esfuerzo y la responsabilidad”.
Cristina por su parte decidió cruzar el charco e irse a Canadá a estudiar un curso de bachillerato. Lo que en un principio iba a ser solo un curso se convirtieron en 7 años –todo el bachillerato en la ciudad de Victoria y sus estudios universitarios completos en la universidad de Toronto.
El hermano de Cristina se había ido un año a estudiar a Suiza con 12 años y al año siguiente su madre le preguntó a Cristina si quería irse a estudiar fuera un curso. La primera reacción de Cristina fue decir que no, pero luego se lo pensó mejor, valoró pros y contras y finalmente dijo que sí. Cristina me cuenta que las primeras semanas estuvo en una familia, que le ayudó mucho y le hizo más llevadero el aterrizaje en Canadá. Le enseñaron la zona, los alrededores y le presentaron a mucha gente. Cristina dice que al principio el tema del idioma le costó mucho, pues tuvo que hacer un gran esfuerzo para entender todo lo que le decían, y era muy cansado las primeras semanas e incluso tuvo dolores de cabeza. Fue un gran reto pero poco a poco fue entendiendo cada día más y mejor, y así, casi sin darse cuenta, lo que al principio era agotador se fue convirtiendo en algo natural y fácil. Incluso divertido… ¡hablar todo el día en inglés!!, ¡¡entenderlo todo!!, ser capaz de decir y expresar todo lo que pensaba… ¡¡en inglés!! 🙂
Le pregunté a Cristina si le costó adaptarse al ritmo académico de Canadá, con distinto horario, asignaturas diferentes, más instalaciones deportivas, etc., y esto fue lo que me dijo: “Sí, el sistema académico es bastante diferente. Allí cada profesor tiene un aula. Los estudiantes son los que se desplazan a las clases. Se come más temprano que en España. Yo me traía comida de casa que me hacía yo misma”. “En cuanto a deportes, muy bien, había campos para hacer todo tipo de deportes, tanto indoors como outdoors. El deporte me ayudó mucho a integrarme. Hice muchos amigos”. Y continúa Cristina contándome: “en cuanto a las clases, cuando llegué me pusieron en una clase muy fácil. Fui a hablar con el director y le dije que yo quería estudiar de verdad y que me pusieran en una clase de más nivel. Fue un gran reto, porque me fui para un año y finalmente fueron siete. Quería estudiar medicina y vi que sería complicado volver a hacer 2º Bachillerato a España, así que decidí quedarme en Canadá a acabar el instituto allí, aunque finalmente estudié Biología en Canadá”.
Mientras escucho a Cristina, me doy cuenta de la alegría que da escucharla hablar con tanta pasión de tras su año académico en el extranjero. Después, le pregunté qué tal llevó el estar tan lejos de su familia. Me dijo que todas las noches llamaba a las 22.00 horas para hablar con su madre, y que al principio le aliviaba hablar en español. Me cuenta que su madre fue un gran apoyo y que además de las llamadas diarias por la noche, también se escribían muchos emails. “Hay que lanzarse. Hay que tener el objetivo muy claro. El mío al principio era aprender inglés. Cuando te vas, tienes que tener claro que no es solo para aprender el idioma, sino que hay que adaptarse a la cultura, descubrirla y vivirla. Tienes que salir de tu zona de confort”.
Al terminar de hablar con Cristina, cuál fue mi sorpresa cuando me sugirió que hablara también con su hermana Claudia, de 16 años, y que también había cursado dos años de la ESO en Inglaterra… ¡qué familia tan internacional!
Claudia estudió dos cursos no consecutivos en Inglaterra, 1ºESO y 4ºESO. El primer año estuvo entre Manchester y Liverpool, y en 4ºESO estuvo en un colegio en el condado de Surrey.
Claudia me contó que tenía claro que quería estudiar algún año académico en el extranjero, pues todos sus hermanos mayores habían estudiado fuera y ella no quería ser menos. Dice que estaba muy nerviosa al principio por separarse de sus padres, además ella es la hermana pequeña. El hecho de que todos sus hermanos se hubieran ido antes y contaran maravillas de sus experiencias la animó mucho a querer seguir sus pasos.
Claudia me contó que al principio lo pasó mal porque no hablaba casi nada de inglés y decía a todo “yes, yes”. Recuerda que tenía un gran deseo por aprender inglés para poder entender. A Claudia la pusieron en la clase con el nivel más bajo de inglés. Un día el profesor de historia les pidió que escribieran una redacción, “ahí me di cuenta de que no entendía nada y que tenía que ponerme mucho las pilas con el inglés”.
Claudia cuenta ahora, con perspectiva, que al principio estaba muy perdida. El horario era distinto, “allí nos despertábamos muy temprano, luego la comida era pronto, teníamos tea-time, hacíamos deporte a las seis de la tarde y luego clases extraescolares, y antes de ir a la cama nos tomábamos un té y un brownie. Cada alumno podía tener una caja enorme en su clase, y yo lo único que tenía en esa caja era comida (chorizo, jamón…)”. Claudia también me dice que el colegio de Inglaterra le sorprendió mucho porque había muchísimo campo, “la mitad del cole eran campos abiertos para correr, jugar al baseball, cricket, fútbol…”.
De la conversación con Claudia, entiendo que cuando uno se va fuera a estudiar, y más si es adolescente y no habla mucho inglés, es fundamental darse tiempo. Claudia dice que el primer trimestre le costó adaptarse, pues ella no hablaba prácticamente nada de inglés. En el segundo trimestre hizo una muy buena amiga inglesa, “y todo fue más fácil”. Y en el tercer trimestre ya se hizo muchos amigos “y todo fue genial”. Ahora Claudia se siente bilingüe, dice que habla con la misma facilidad y fluidez español e inglés.
Para terminar nuestra conversación, le pido a Claudia que me resuma su experiencia y me diga si cree que lo que aprendió durante esos años en Inglaterra le ha ayudado en su posterior vida académica y personal: “A mí me ayudó mucho a esforzarme más. No solo aprendí inglés, sino que también aprendí a valerme por mí misma. Cuando volví era más exigente conmigo misma. Académicamente fue difícil porque aquí se estudia más, pero en Inglaterra se entienden las cosas más que solo memorizar como se hace aquí”.
Por último, hablé con Pilar, que no es otra afortunada adolescente que ha cursado un año en el extranjero, sino la madre de Elena, que lleva estudiando en un internado escocés siete años. Me interesaba mucho tener la visión de una madre o un padre, para saber cómo viven ellos la estancia de sus hijos en el extranjero y lo que piensan de la experiencia: cómo han evolucionado sus hijos desde el punto de vista personal, académico, emocional… me parecía fundamental tener esta perspectiva. Y me encantó hablar con Pilar.
Pilar me cuenta que siempre ha querido educar a su hija buscando la interdependencia, para que Elena tuviera sus propios recursos. Para Pilar fue duro separarse de Elena, y reconoce que a día de hoy, aun habiendo pasado siete años, sigue siendo duro no tenerla cerca, pero también dice que siempre ha habido mucha comunicación, mucho teléfono, whatsapp, emails… y sobre todo saber que Elena está feliz. Pilar afirma que no ha sentido lejanía emocional con su hija, sino al revés, se han acercado mucho. “Elena es una niña muy responsable. Cada mes y medio viene una semana a Madrid”.
Pilar cuenta que el sistema de internado “es una herramienta de formación” y hay muy pocos españoles. Allí aprenden a negociar con los compañeros, disciplina, a valerse por sí mismos, etc. Sobre el sistema educativo, Pilar me cuenta que en clase de Elena hay muy pocos alumnos en clase, que según la clase se van juntado y separando (no llegan a ser más de 10 alumnos en clase). “Hay mucho seguimiento, las notas son una página por asignatura, los profesores hacen valoraciones antes de los exámenes, (actitud, debate cómo presentan los deberes, comentan de lo que han hecho y de lo que van a hacer en el futuro)… La enseñanza es muy personalizada”. “El deporte tiene mucha importancia, no solo en horas, sino que lo tienen mucho a gala. Elena practica tres deportes cada trimestre que van cambiando con las estaciones del año”.
Pilar, como madre, reconoce sentirse muy tranquila porque en el colegio donde estudia su hija Elena “se vuelcan mucho en que los alumnos estén bien adaptados. Hoy en día Elena es inglesa en sus formas, se ha adaptado muy bien y se podría decir que es ya de allí. Sabe mucho de otras culturas, pues en su colegio hay niños de muchas nacionalidades”.
La gran ganancia de estos años, me comenta Pilar, ha sido la gran madurez que ha adquirido Elena, cómo ha aprendido a desenvolverse y cómo resuelve problemas y situaciones. Por último, le pregunto a Pilar qué les diría a otros padres que están pensando en mandar a sus hijos a cursar un año académico en el extranjero, y esto es lo que me contesta: “que busquen muy bien el colegio, que sea un entorno amable. No fijarse tanto en los resultados académicos. Es mejor buscar un entorno amable, un colegio que se preocupe por el entorno emocional del niño. Es la mejor inversión que puedes hacer en un hijo”.
Muchas gracias Pilar, Claudia, Cristina y Carlos. Fue un placer charlar con vosotros y oír de primera mano vuestra experiencia.
Almudena Sánchez-Flor Sánchez
Profesora de inglés y francés en colegio concertado de Madrid. Licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Experiencia docente como profesora de español en París y Londres. Apasionada por la innovación educativa. Explorando nuevas metodologías educativas como aprendizaje por proyectos y flipped classroom.