El comienzo de un nuevo año puede llevarnos a ponernos retos o metas que nos motivan a avanzar y a cumplir sueños. Esto hace que estemos ilusionados y queramos dar lo mejor de nosotros mismos. En el colegio, podemos experimentar sensaciones parecidas, al ser una oportunidad de aprender cosas nuevas, pasar tiempo con amigos y mejorar en las diferentes materias. Es común comenzar un nuevo curso motivados y con ganas de enfrentarnos a retos nuevos.
Sin embargo, a medida que los días van pasando, estas sensaciones pueden cambiar. Cada vez tenemos más deberes por hacer, temas nuevos que estudiar y los exámenes llegan uno detrás de otro. Hay muchas tareas pendientes y poco tiempo, lo cual hace que podamos sentirnos estresados y presionados por querer hacer todo perfecto y conseguir lo que los demás esperan de nosotros.
Poco a poco el camino se va haciendo más difícil, como una cuesta empinada que parece no terminar. Necesitamos avanzar a toda costa, sin caernos y estando a la altura de lo que se espera de nosotros. Y cuando fallamos, es como si rodásemos hacia abajo sin frenos, mientras vemos como los demás nos observan y nos juzgan.
Al llegar a ese punto, hemos olvidado esa ilusión del principio y las ganas de disfrutar la sustituimos por la necesidad de no cometer errores, de tener que ser los mejores; lo único que nos importa es sacar un 10. Ya no nos damos cuenta de lo que aprendemos por el camino, ni de las personas que nos acompañan.
El perfeccionismo supone exigirnos demasiado y buscar ser perfectos en todo lo que hacemos, sin cometer errores. Esto provoca que estemos cansados, frustrados y nos sintamos fuera de control.
¿Por qué nos pasa esto? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre esforzarnos y tratarnos de forma más amable?
Podríamos diferenciar entre una forma “buena” (perfeccionismo adaptativo) y una “mala” (perfeccionismo desadaptativo) de ser perfeccionistas.
Nos permite dar lo mejor de nosotros mismos de manera sana.
El perfeccionismo puede presentarse de diferentes maneras, dependiendo de cómo lo sentimos y hacia quién lo sentimos. Cada tipo que podemos encontrar nos afecta de forma diferente y es importante conocerlos para afrontarlos de forma saludable.
Este tipo es el primero que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de perfeccionismo. Es el personal, el que nace de nuestro interior y va dirigido hacia nosotros mismos. Sería el que acabamos de ver (perfeccionismo adaptativo o desadaptativo).
Este tipo es cuando esperamos que las personas que nos rodean sean perfectas (amigos, familia, profesores…). Creemos que tienen que actuar y ser de una forma concreta y todo lo que hacen tiene que ser perfecto. Cuando esto no ocurre, nos sentimos frustrados y nos enfadamos, influyendo en nuestas relaciones con los demás. Aquí el perfeccionismo no solo va hacia uno mismo, sino también hacia el entorno.
Creemos que solo nos valorarán si somos perfectos. Nos comportamos en función de lo que pensamos que lo demás esperan de nosotros para complacerlos y agradarlos, sin tener en cuenta nuestras necesidades. Esto hace que actuemos todo el rato pendientes de lo que pensarán de nosotros y con miedo al rechazo, afectando a nuestra autoestima y valor propio.
Es importante conocer la diferencia entre los tipos de perfeccionismo, para ser más conscientes de nuestra forma de pensar y de actuar, para entender cómo nos afecta en nuestra vida diaria y en cómo nos sentimos. Esto nos va a permitir cambiar la manera en la que nos hablamos para ser más amables con nosotros mismos.
Cuando nos ponemos metas muy altas y nos exigimos llegar a ellas continuamente, nos vamos a sentir frustrados por no conseguirlo e inseguros, al creer que no valemos y no somos capaces de hacerlo. Esto supone una presión diaria para ser perfectos que nos impide disfrutar lo que hacemos y afecta a la confianza en nosotros mismos. Darnos cuenta de nuestras reacciones y de cómo nos tratamos, puede ayudarnos a evitar caer en ese círculo de estrés y agotamiento.
Los exámenes y las notas son una parte de nuestro aprendizaje, pero no definen quiénes somos, ni lo que valemos. Encontrar un equilibrio en lo que hacemos nos va a ayudar a esforzarnos y buscar mejorar, pero es importante aceptar que vamos a cometer errores, disfrutar del proceso y valorar todo lo que vamos aprendiendo mientras vamos avanzando.
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.