Muchas veces nos preguntamos qué hacer para sentirnos satisfechos o satisfechas… Imagina que hay dos direcciones hacia las que moverte o dirigir tus acciones:
Hay dos claves o dos cambios que podemos hacer en nuestra vida para acercarnos a la satisfacción o el estar bien:
Entonces, si mi valor es ayudar a otras personas, puedo hacer pequeñas o grandes cosas en mi día que se alinean con mi valor, como ayudar puntualmente a una persona con las bolsas de la compra o apuntarme regularmente a un voluntariado. Si mi valor es cuidar la salud, también puedo realizar acciones concretas, como hacer ejercicio o merendar más fruta en lugar de bollería.
Rumiar es algo que hacen algunos animales, como las vacas, ovejas y cabras, cuando la comida que ya pasó al depósito vuelve a la boca (la “regurgitan”) y repiten la masticación. La psicología ha adoptado el término de rumiación porque es un proceso bastante parecido: masticar y masticar los pensamientos en nuestra cabeza sin llegar a digerirlos ni expulsarlos definitivamente para pasar a otra cosa.
Además, cuando tanto repensar nos empieza a generar malestar, empezamos a intentar dejar de pensar como sea. A veces, en lugar de hacer las acciones “que nos acercan a lo importante”, como es, en el ejemplo anterior, hacer ejercicio o apuntarme a un voluntariado, hacemos cosas “que nos alejan de lo importante” precisamente para no pensar. Por ejemplo, ver series, salir de fiesta, estar con el móvil…
Esto no significa que sea algo “malo” en momentos determinados hacer estas cosas, solo que las mismas acciones pueden ser algo que hacemos por placer o algo que hacemos para evitar el malestar. Y ahí está la clave, porque si ver series no me motiva realmente y no es una acción que me conecta con mis valores, me quitará tiempo de hacer otras cosas que sí me conectan con mis valores y me proporcionan una satisfacción más profunda conmigo misma o mismo.
Imagina que los pensamientos son mensajes en un chat grupal que no para de sonar. Algunos mensajes son importantes y útiles, pueden ser recordatorios para hacer una tarea o cuidar de algo que realmente importa. Pero, ¿y si la mente empieza a mandar el mismo mensaje una y otra vez? El grupo se vuelve loco, repitiendo las mismas cosas, preguntándose si algo sale bien o sale mal una y otra vez. Esto puede ser agotador.
Despegarse de los pensamientos repetitivos es verlos llegar como solo mensajes, y no como una verdad absoluta a la que atender. Como en un chat grupal de muchas personas, los mensajes llegan, pero no necesitas abrirlos y responder a cada uno en todo momento.
Imagina que la mente te manda el mensaje «¿Y si las cosas no salen como me gustaría?» una vez… luego dos… luego tres veces… ¡Cada cinco minutos insistiendo! Podrías hacer algo como esto: «Gracias, mente, entiendo tu preocupación, pero por revisarlo mil veces no va a cambiar nada.»
Recuerda que puedes dejar pasar los mensajes sin responderlos a todos, especialmente cuando son repeticiones.
Un ejercicio muy útil para reducir el impacto que tienen en el día a día las preocupaciones.
El objetivo no es tener la mente en blanco ni controlar ni decidir qué pensar. Pensar es necesario y nuestros pensamientos nos hablan de cosas valiosas. Lo que queremos evitar no es el pensamiento, es el malestar que viene con él, el agotamiento, la lucha interna que me genera.
Un cambio de perspectiva es ver los pensamientos solo como palabras o imágenes que vienen y van, sin identificarnos con ellos, sin considerarlos verdades absolutas.
En lugar de intentar suprimir o controlar los pensamientos, buscamos observarlos con distancia, como si estuviéramos viendo las nubes pasar en el cielo, sin que necesitemos aferrarnos a ellas ni alejarlas a la fuerza.
Vivir el momento presente es algo que entenderás perfectamente en este artículo. ¡Te lo recomiendo!
Psicóloga y acompañante de personas en situación de vulnerabilidad: experiencia con menores en riesgo de exclusión social, migraciones, diversidad funcional y colectivo LGBTIQA+. Amante de todas las formas de vida, su misión es crear espacios sostenibles. Cooperante y gestora en proyectos de agroecología y protección animal. Escritora y fotógrafa en búsqueda de aprendizajes. “Cualquier momento es bueno para la ternura”.