En estos calurosos días de verano, en los que el reloj parece que se detiene en las horas más infernales y donde no corre un ápice de viento en las ciudades, es cuando más nos damos cuenta de la necesidad de tener lo que yo llamo lugares talismán. Lugares donde poder salir del bullicio y del ruido, lugares donde huir de temperaturas pegajosas y de rutinas estresantes. Lugares donde poder parar, donde poder observar y donde poder volver a respirar.
Cada persona tiene un lugar así y, si no lo has encontrado, no te preocupes, en este artículo espero poder inspirarte hablándote del mío.
Para mí, ese lugar lo encuentro en las montañas. Tengo la suerte de poder salir de la ciudad los fines de semana y poder disfrutar de ellas, pero lo más importante: llevo años eligiendo pasar mis vacaciones subiendo y bajando montes y picos, durmiendo al raso a 2000m de altura o disfrutando de noches de acampada en ríos bajo las estrellas.
En el ajetreo de la rutina, los horarios tan marcados y la cantidad de cosas que hacemos, la paz y la tranquilidad son espacios que escasean en nuestro día a día. Encontrar lugares donde poder pararte a pensar en cualquier cosa, donde despertarte sin alarma y donde poder estar contigo sin prisa y sin nada ni nadie esperándote es un lujo del que poco se habla.
Pasar unos días en la montaña te permite poder dar paseos (o hacer rutas) en las que el tiempo no es más que el movimiento del Sol haciendo avanzar la jornada y no unos números en un reloj que te marcan qué hacer a lo largo del día. Cuando el tiempo no es dueño de ti es cuando tu mente se relaja y tu cuerpo empieza a ser más protagonista. Escuchar lo que tu cuerpo necesita es algo que no nos permitimos hacer y ¡es lo que mejor sienta! Levantarte de tu tienda de campaña y decirte: y hoy, ¿qué te apetece hacer?
Es en estos lugares donde mejor puedes reflexionar, leer, escribir, dibujar… y volver a conectar con aquello que te llena y te hace feliz, tú mismo.
A veces es difícil poder apreciar y admirar la Naturaleza, así como sentirse identificado cuando hablan del cambio climático, de destrucción de especies o de incendios. Por muy fuerte que sean los titulares o las imágenes que vemos en la televisión, es difícil crear un amor real y un respeto por algo que está lejos, que no disfrutamos o que no vemos.
Este es uno de los principales motivos por los que salir de la ciudad y estar en contacto con tu entorno es tan importante.
Explorar las majestuosas montañas es sumergirse en un mundo de asombro y conexión. Aquí, el acto de caminar se convierte en un diálogo con la grandeza natural que nos rodea. Sumergirse en ríos de agua fresca y cristalina es un renacimiento, un recordatorio de la pureza elemental que fluye a través de la tierra. Acariciar hojas y arbustos se convierte en una reverencia a la vida en su forma más esencial.
La búsqueda de tesoros toma una nueva forma: piedras preciosas y palos tallados por la naturaleza misma. Estos tesoros se convierten en instrumentos de conexión con lo ancestral, nos transportan a un tiempo en el que caminantes y chamanes recorrían estos mismos senderos.
Observar los árboles enraizados en la tierra es como presenciar una alianza eterna. Sus ramas se elevan hacia el cielo mientras sus raíces se aferran a la madre tierra con determinación. En cada árbol, hay una historia que nos habla de perseverancia y crecimiento.
En esta experiencia, sentimos una dualidad fascinante: nos damos cuenta de nuestra pequeñez frente a la grandeza de la naturaleza, pero al mismo tiempo, nos volvemos parte de algo vasto y mágico. Somos hilos en el tejido de estos ecosistemas perfectamente organizados, testigos de su belleza serena y solemnidad imponente.
Además de conectar con la naturaleza y reconectar con el amor por ella y por ti mism@, es alucinante lo que se crea cuando estás con tus amigos perdido en las montañas.
Despertarse con ellos por la mañana, temprano, con algo de frío, los primeros rayos de sol pasando a través de las hojas de los árboles, para sentarse en una silla de camping y compartir un café de camping-gas es uno de los despertares más bonitos que he tenido en mi vida.
Además, tener tanto tiempo o poder hacer rutas con ellos despierta ganas de hablar, de abrirse y te permite crear lazos más bonitos y reales que los que podemos en 3 horas en un ruidoso bar con un refresco hablando del estrés de la semana.
La energía que allí respira te hace crear espacios más seguros, donde poder abrirte, dejarte llevar y reconectar de verdad con ese amigo al que tanto quieres.
El aire que se respira en las montañas, así como la energía que aporta el sol, el verde de los árboles y el sonido del agua corriendo por un río despierta algo en nosotros que nos hace sentir más vivos que nunca. Subir y bajar picos, rutas infinitas por paisajes de revista o el simple hecho de estar sentado en una roca con algo de fruta y agua es la verdadera definición de salud y bienestar.
Paseos por la montaña son (y no lo digo yo, lo dicen muchos expertos) formas proactivas de prevenir enfermades y sentirnos santos y en forma. ¡Te animo a probarlo!
La vida en la montaña, o en la naturaleza, nos conecta con nuestras raíces como seres humanos, como animales.
Levantarte en una tienda de campaña, bajo los árboles, acercarte a beber agua de un manantial, tener lo justo de comida donde no se pueda elegir. Tardar tiempo en preparar la comida o salir rápido con un bocadillo para empezar una ruta. Los días se hacen más fáciles, con menos en lo que pensar y más en lo que vivir.
El aire en la nariz, la luz del sol en la cara, el viento en tus mejillas. Comer con hambre, beber con sed y dormir con sueño. Hábitos primitivos. Aprender a escuchar al cuerpo y no tanto a la mente.
Además, pasear por los pequeños pueblos de montaña, donde el estrés y ruido de las ciudades no ha llegado, nos conecta con la verdadera esencia de la vida, con la sencillez del día a día. Días así nos demuestran el verdadero sentido de la vida o, por lo menos, la posibilidad de vivir de una forma más orgánica y genuina. Como decía El Principito sobre la vida: lo esencial es invisible a los ojos.
Así, pasear por las montañas no es solo una actividad física, sino un recordatorio de nuestra conexión profunda con la Tierra y su historia. En cada paso, nos sumergimos en la poesía de la naturaleza y abrazamos la maravilla de estar vivos en este mundo majestuoso.
Te animo a buscar tu lugar talismán, tu espacio donde poder alejarte del bullicio y poder reconectar. Y te animo a que tengas naturaleza cerca, tranquilidad y que vayas sin expectativas, simplemente a dejarte ser.
Apasionado por viajar, las culturas y las personas, Sergio es un ingeniero con experiencia en proyectos de cooperación internacional y de impacto social en comunidades por África y América Latina. Trabaja como coordinador de un proyecto de educación en África, ha fundado una ONG que trabaja con jóvenes activistas y ha montado una startup de movilidad sostenible.