Partiendo de esta frase de Sócrates, quiero remarcar la necesidad de ser conscientes del mensaje que nos quiere transmitir.
Constantemente, la gente intenta imponer su opinión o transmitir sus creencias para que los demás las adopten. ¡Ojo! que no tienen por qué ser negativas o dañinas, además, la mayoría de veces nos dejamos llevar por mensajes o ideas que suelen cuadrar con lo que conocemos, nuestro entorno, lo familiar, así como con la forma que tenemos de relacionarnos.
Las primeras relaciones que establecemos vienen asociadas a experiencias, pautas, formas de apego, ideas… muchas veces erróneas, en las que basamos nuestros vínculos futuros.
Hay muchas creencias sobre cómo relacionarnos con los demás que asumimos y normalizamos, porque es lo que conocemos y lo aceptamos, aunque no sea sano. Por ejemplo, comportamientos como: tardar horas en responder un mensaje de alguien que nos interesa por miedo a parecer un desesperado/a o para hacerme el/la interesante o invadir la intimidad del otro al leer mensajes de su móvil.
Asumir que así funcionan nuestros vínculos nos lleva a crear relaciones tóxicas.
Partiendo de esta realidad, vamos a relacionar nuestra actitud con las ideas de Sócrates, quien hacía filosofía oralmente, por lo que no hay textos suyos propios y lo que tenemos son escritos hechos por los demás sobre lo que él transmitía.
Sócrates decía que “la persona que hace el mal es porque no conoce el bien, si no, corregiría su error”. ¿Qué nos quiere decir con esto?
Imaginemos que comenzamos a conocer a alguien que nos gusta, hacemos planes, hablamos a menudo y vamos creando una relación afectiva (del tipo que sea) con esa persona. Sin embargo, un día ya no nos apetece tanto ver o quedar con esa persona, incluso pasamos de responder sus mensajes y desaparecemos sin dar ninguna explicación. Este cambio tan radical hace que la otra parte no entienda nada y se pregunte qué está pasando. Esto (ghosting) es algo muy común que ocurre constantemente, pero ¿cómo afecta a la otra persona? ¿y a nosotros?
Pues va a crear malestar para ambos. Por un lado, una de las partes no comprende qué ha ocurrido y va a invertir su tiempo y energía en intentar entenderlo. Se va a autocuestionar, preguntándose qué ha podido hacer mal, culpándose; incluso puede afectar a su autoestima y a la confianza en sí misma.
Por otro lado, este comportamiento también nos hace daño a nosotros mismos; sabemos que hay una persona con la que teníamos relación, que no entiende nada y nosotros hemos desaparecido sin dar ninguna explicación (sentimos remordimiento, culpa).
Sócrates considera que esta persona hace “el mal” para conseguir “el bien”: terminar algo con lo que ya no estamos cómodos y donde no queremos seguir construyendo nada, es responsable, pero la manera de llevarlo a cabo también debe serlo. Para Sócrates, el desconocimiento nos conduce a ser “víctimas de la ignorancia”; si hubiéramos sabido como hacerlo bien, teniendo herramientas para gestionar esa situación y siendo conscientes de que nuestro bien también es el bien de los demás (y viceversa), habríamos actuado éticamente y todos saldríamos ganando.
Sin embargo, el desconocimiento, la falta de consciencia y de responsabilidad afectiva hacia los demás, nos lleva a comportarnos así. Es más fácil dejarse llevar por lo que ya está establecido, asumir y adoptar creencias y conductas sin cuestionarlas. Pero, ¿nos hemos parado a pensar si es lo que queremos crear con los demás? ¿son estas las relaciones que queremos construir?
Establecer una relación del tipo que sea supone asumir responsabilidad afectiva con esa persona y, por lo tanto, debemos actuar con cariño, respeto y compromiso. Si somos responsables para empezar una relación, también debemos serlo para terminarla o transmitir nuestros sentimientos y lo que queremos. La comunicación es una base esencial de los vínculos y da igual del tipo que sea o el tiempo que dure, siempre tenemos que cuidarnos a nosotros, al otro, y a la relación.
Vamos a cuestionar aquello que hemos asumido, la manera en que interactuamos y respondemos a los demás. Vamos a explorar desde dónde nos estamos relacionando (miedo, orgullo, amor, ansiedad, seguridad…).
Vamos a ser curiosos, a ver lo que se mueve dentro de nosotros y lo que de verdad queremos. Vamos a dejar a un lado los comentarios externos (“si haces eso eres un …”, “ si actúas así vas a parecer …”), lo que escuchamos o lo que esperan que hagamos.
Vamos a comunicarnos con asertividad, desde el respeto, el compromiso y la sinceridad. Vamos a expresar nuestras necesidades, sin hacer que nuestra pareja tenga que adivinarlas. Vamos a darle a las suyas el lugar que se merecen, sin juzgar, minimizar o ridiculizarlas, desde la empatía.
Vamos a revisar todos aquellos patrones, conductas y actitudes que tenemos y a ser autocríticos, reflexivos y abiertos con las modificaciones que vayan en línea con nosotros. Vamos a elegir de verdad, desde el conocimiento, crear relaciones donde todas las partes ganan.
El único conocimiento verdadero es saber que no sabes nada.
Sócrates
MÉTODO SOCRÁTICO
Sócrates encontraba la felicidad, no tanto es aspectos externos, sino en lo interno, en el orden, el equilibrio entre la razón y lo emocional. Por ello os animo a ser un poco “socráticos”, y, como él, llegar a los sitios abiertos a aprender, a cuestionar dándole sentido a la frase anterior “Solo sé que no se nada”, con la que él mismo se presentaba a los demás como alguien ignorante y al que se le debe enseñar.
Su método, el socrático, refuta ideas, pone en duda creencias a través de preguntas, contraejemplos, para que la otra persona reflexione y llegue a sus propias conclusiones. Para él, el mayor vicio del ser humano es la ignorancia. Ese vicio de seguir lo que ya está establecido sin molestarnos en ver lo que de verdad estamos haciendo. Y, por contrapuesto, la mayor virtud la encuentra en el conocimiento.
Solo existe un bien: el conocimiento. Solo hay un mal: la ignorancia.
Sócrates
En muchas ocasiones, volviendo a las relaciones, tendemos a ocultar nuestras necesidades, a no dejar claros nuestros límites, a renunciar a planes o a ocultar emociones. Todo ello por miedo al abandono, al rechazo, al qué dirán y, sobre todo, con el objetivo de mantener ese vínculo. Pero así conseguimos todo lo contrario; desgaste emocional que repercute negativamente en la relación.
Sócrates decía que debemos ser éticos y esto supone reflexionar, cuestionar, no dar por sentado o aceptar sin más aquello que nos han impuesto. Incluso cuando son cosas que nos cuadran y podemos considerar adecuadas (esto es la moral). Esta última nos lleva a actuar sin pararnos a pensar en nuestros actos, movidos por las normas o las creencias que otros nos transmiten. Sin embargo, cuando actuamos éticamente, somos nosotros los que hemos reflexionado y llegado a la conclusión de actuar así, por lo tanto estaremos actuando de manera libre y podremos dar las explicaciones pertinentes de lo que hacemos.
Solo el conocimiento que llega desde el interior es verdadero conocimiento.
Sócrates
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.