El arrepentimiento es humano, un sentimiento que hemos experimentado en algún momento de nuestra vida. De hecho, según las investigaciones, las únicas personas que no lo experimentan son aquellas menores de cinco años, que tienen algún daño cerebral y las sociópatas.
Para que lo que estamos sintiendo sea considerado arrepentimiento, hemos de haber tenido control o responsabilidad sobre la acción realizada (o la no acción). Cuando nuestro comportamiento y lo que generamos es importante para nosotros, nos acompaña en el tiempo, queda retenido. Sin embargo, también podemos cometer fallos y no arrepentirnos, si no nos afecta lo suficiente o no le damos valor. Además, es importante no confundir arrepentimiento con desilusión:
A una niña se le cae un diente y lo coloca debajo de la almohada esperando un regalo. A la mañana siguiente descubre que su diente sigue allí y no ha venido el Ratoncito Pérez. La niña no se arrepiente de colocar ahí su diente, sino que siente desilusión por no haber encontrado lo que esperaba. Sin embargo, los padres si pueden sentir arrepentimiento por no haber hecho el intercambio del diente por un regalo, ya que si tenían control sobre esa actuación.
Cuando nos arrepentimos aparecen sensaciones negativas, condicionadas por haber hecho, o no, algo en un momento determinado. El escritor Daniel H. Pink, en una de sus investigaciones, decidió preguntar a personas de diferentes países sobre sus experiencias con el arrepentimiento y encontró cuatro categorías principales de motivos por los que la gente se arrepiente:
Estas frases que se originan, nos acompañan y suponen una sombra para la construcción de una vida plena. La sensación que se queda con nosotros nos está indicando que es un aspecto de nuestra vida que valoramos y por lo tanto, importante. Los arrepentimientos que sentimos nos dicen lo que es fundamental para nosotros y lo que necesitamos. Partiendo de los cuatro tipos anteriores, podemos concluir lo que la gente quiere en su vida y usarlo para construir-nos:
La tendencia del ser humano a machacarse y fustigarse por una decisión o una acción que realizó en un momento determinado es muy común. Lo que ocurre es que la mayoría de las personas nos quedamos ahí, en esa culpabilidad que genera sentimientos negativos y nos estancamos en ellos. Cuando nos arrepentimos nos vienen frases como:
“Merezco sentirme así por lo que hice en esta situación”
“Voy a ignorar las cosas de las que me arrepiento para que no me afecten”
“Que cantidad de cosas he hecho mal, soy lo peor”
Todos los arrepentimientos vienen de tener que tomar decisiones y éste puede tomar dos formas con sus consecuentes maneras de actuar de forma constructiva:
Partimos de que no es fácil reconocer arrepentimiento, ya que es común asociarlo a que hemos fracasado y nos estamos exponiendo ante los demás al mostrar “vulnerabilidad”. Estas sensaciones nos llevan a esconder y no reconocer que en un momento de nuestra vida tomamos una decisión de la que no estamos orgullosos. Sin embargo, actuar así no tiene ninguna funcionalidad ya que reconocer el arrepentimiento y hablar de él nos ayuda a ordenar ideas, sacar conclusiones y aprendizajes o conocer los patrones de comportamiento que no nos gustan.
Si conseguimos utilizar este arrepentimiento de forma útil y práctica, podremos llegar a mejorar diversos aspectos de nuestra vida como las habilidades, la toma decisiones, la gestión que hacemos de los problemas y la forma de relacionarnos.
Para comenzar, podemos pararnos a pensar sobre las cosas que hemos hecho, aquellas de las que no estamos orgullosos y de alguna manera nos persiguen. Una forma de invertir la energía negativa que ponemos en los arrepentimientos es usarlos como señales, como algo que nos enseña cosas y nos da pistas de cómo actuar en el momento presente, mostrándonos el tipo de vida que queremos construir; encontrar la “receta” para una “buena” vida.
Vamos, a ver qué nos enseña. Para empezar, podemos acercarnos a nuestra sensación siendo comprensivos; desde el cariño y cuidando la relación con nosotros mismos. Tenemos que evitar dañar nuestra autoestima y el hecho de destruirnos con autocríticas; en el pasado no teníamos los recursos o información de la que disponemos ahora, hicimos lo que mejor supimos hacer condicionado por las herramientas que teníamos. La persona que somos hoy quizás tiene muy claro como habría actuado, pero también es gracias a haber vivido esa experiencia y al aprendizaje que nos deja. No es justo para nosotros juzgarnos desde el momento presente por algo que hicimos en el pasado.
Las personas estamos en constante cambio y eso nos da la oportunidad de aprender y mejorar. Las nuevas experiencias vividas nos aportan conocimiento y habilidades, las cuales añadimos a nuestra “mochila” y nos permiten tener perspectivas diferentes y actuar de otra manera; ahí está la clave. Que el hecho de tomar consciencia de que algo que hicimos no nos gusta, sea el motor para actuar de forma diferente en el momento presente. De esta manera, estaremos resolviendo y utilizando ese arrepentimiento para crear un aprendizaje y una experiencia acorde a nuestros valores.
Forma parte del ser humano, de la vida, equivocarse y cometer errores. Por ello, compartirlo con los demás y no tratarlo como un tema tabú resulta beneficioso, dotando de sentido, normalizando y organizando ideas. El miedo por mostrar nuestras debilidades o el miedo al rechazo por no enseñar nuestra mejor cara no es efectivo; es de admirar tener la capacidad de mostrar todas nuestras partes y acoger el cariño que recibimos por ello.
Aprender de nuestros arrepentimientos nos permite sacar una lección y usarlo para tomar decisiones. Así, la próxima vez que nos encontremos en esa tesitura, podremos actuar de dos maneras. La primera es cogiendo la oportunidad que se nos presenta, pensando en nuestro aprendizaje y tomando la decisión: ACTUANDO. Por otra parte, en cuanto a la segunda forma de proceder, es coger distancia: vamos a situarnos 6 años adelante y nos preguntaremos que decisión tomaría nuestro yo futuro. También podemos pensar que consejo le daríamos a un amigo que estuviera en nuestro lugar.
Usa el arrepentimiento como una herramienta para construirte y no para destruirte, procurando que no se convierta en algo que ignoramos, sino en la herramienta de la que partimos para pensar y buscar soluciones en el presente.
No culpes a tu yo del pasado por las cosas que no sabías y ahora sí sabes.
María Esclapez
Alba es psicóloga sanitaria y ha realizado un máster de migraciones internacionales, salud y bienestar, además de proyectos de cooperación en Senegal, con menores en riesgo de exclusión social así como talleres con refugiados e hijos víctimas de violencia de género. Trabaja como psicóloga en una ONG con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad dando un servicio de atención terapéutica y realizando actuaciones de sensibilización y asesoramiento para la prevención de la violencia y la promoción de la salud mental. Su misión es conseguir el bienestar de la persona, la promoción de una sociedad inclusiva e intercultural y el desarrollo integral de las personas más vulnerables.