¿Tu familia tiene un estado de ánimo habitual?, ¿identificas en tu grupo de mejores amigos alguna emoción que lo caracteriza?, ¿tu equipo deportivo o de trabajo parece tener un clima emocional determinado?, ¿viajas a una nueva ciudad y sientes algo diferente? Aquí tienes la primera respuesta: nuestro entorno tiene “sentimientos”.
Comencemos con lo que actualmente nos parece una obviedad: los seres humanos sentimos, tenemos emociones. Según sea nuestro estado emocional frente a un estímulo (miedo, culpa, alegría, enfado, calma…), así actuaremos y juzgaremos el resultado. En nuestro blog puedes encontrar varios vídeos sobre las emociones básicas, su funcionalidad y cómo gestionarlas. ¡No te los pierdas!
Lo que no parece tan evidente es que nuestro entorno (social, laboral o familiar), a través de los colectivos a los que pertenecemos, también tiene su propia emocionalidad. Este sentir no es necesariamente una media aritmética o suma de las emociones individuales de los miembros del grupo. Podemos decir que un conjunto de personas puede llegar a tener vida propia en el ámbito emocional. Una familia, un departamento o un pueblo pueden seguir inspirando alegría, frialdad o frustración, por poner algunos ejemplos, aunque cambien algunos de sus elementos.
Llegas a un concierto, a una fiesta, a un entierro o a una manifestación. Aunque no te relaciones de forma directa con ninguna persona, puedes sentir el ambiente y el lugar. Se respira una emocionalidad colectiva particular de la que te haces eco y te comportas acorde a la situación. Al contrario, llegas a casa, al trabajo o a clase y casi sin hablar, sólo con tu aspecto y presencia (consciente o inconscientemente) puedes influir en todos y cambiar el tono emocional del encuentro. Se produce un contagio de emociones en ambos casos. El psicólogo Albert Bandura usa el término “determinismo recíproco” para explicar cómo el ambiente y el comportamiento de una persona se causan mutuamente.
La experiencia y expresión emocional de una persona influyen en su grupo y, al contrario, cuanto más significativa sea la pertenencia al grupo para el individuo, más identificación habrá y mayor será el impacto de las normas del colectivo en sus propias emociones. Esto sucede por la interacción permanente de dos procesos: el top-down (el grupo afecta al individuo) y el bottom-up (los individuos afectan al grupo).
Rafael Bisquerra, pedagogo y psicólogo
¿Has sentido alguna vez que no estás cómodo en tu familia, en tu equipo o con tus nuevos compañeros de clase?, ¿en determinados entornos te sientes atrapado en un estado de ánimo que normalmente no tienes? o, lo contrario, ¿en tu vida hay algún grupo de personas que te calman, te alegran y estás deseando estar con ellos de nuevo? Presta atención a qué sientes y percibes en determinados contextos sociales de los que formas parte.
Esta influencia emocional entre grupo e individuo no sucede con cualquier colectivo, equipo u organización. Se da en lo que conocemos como “sistemas”: conjunto de partes o elementos relacionados entre sí que dan lugar a un elemento más complejo con unas funciones concretas y con un objetivo común. Un grupo social, familiar o laboral funciona como un sistema cuando existe estabilidad en el tiempo, vínculos e implicación personal y ciertas pautas o acuerdos asumidos por sus miembros.
Estos sistemas han sido estudiados por diferentes autores y modelos conceptuales. Para la aplicación práctica que pretendemos señalar en este artículo, vamos a quedarnos con tres leyes, citadas en el libro “Emociones Colectivas” de Ovidio Peñalver, a tener en cuenta en cualquier sistema formado por personas:
La pertenencia a un sistema conlleva derechos y obligaciones. Debemos dedicarle tiempo, apoyo y trabajar en sus objetivos o actividades. Reconocer el derecho de sus miembros a formar parte del colectivo es fundamental para que nadie se sienta apartado o dañemos los vínculos del propio sistema.
Los que llegaron antes tienen preferencia sobre los que llegaron después
Hellinger
Padres, fundadores, antecesores, antiguos alumnos, jefes, veteranos… Todos los que “llegaron primero” deben ser reconocidos y valorados. Gracias a lo que ellos construyeron nosotros podemos formar parte de este sistema.
Si hay desequilibrio entre lo que damos y recibimos en uno de nuestros sistemas el vínculo se debilita. Esto puede producir sentimientos de culpa, agravio, cansancio, enfado y tristeza.
¿De qué sistemas piensas claramente que formas parte o son sistemas de referencia para ti? Identifica al menos cinco de ellos (familia, asociación, trabajo, ocio, amigos, vecinos, compañeros de piso…) y, de una forma subjetiva, evalúa su emocionalidad colectiva predominante y si te parece adecuada para su propósito social, familiar o laboral.
Reflexiona sobre cómo se viven las tres leyes sistémicas anteriores: ¿ocupas el lugar que consideras adecuado en cada uno de tus sistemas?, ¿hay algún desequilibrio evidente en ellos?, ¿se tiene en cuenta la inclusión y se respeta la antigüedad de sus miembros?
El estado emocional de un sistema influye en los resultados y en el desempeño. Algunos autores hablan de un 30% de impacto de este factor emocional en el trabajo en equipo. Parece lógico intentar influir positivamente, en la medida de nuestras posibilidades, en los climas emocionales en los que la envidia, el enfado, la frustración, el cansancio, la pérdida de ilusión o cualquier emoción colectiva predominante, que más allá de tener un sentido adaptativo, supongan un obstáculo para el propósito del sistema. Aquí van algunas sencillas recomendaciones por las que empezar:
Ya has comenzado a tomar consciencia de la salud emocional de tus sistemas con las prácticas que te hemos sugerido aquí. Ahora es el momento de invitar a otros miembros de tus grupos seleccionados a que te den su propia opinión sobre esos estados de ánimo colectivos. Comparte con ellos: ¿son emociones que os limitan o que os impulsan?, ¿son recientes o llevan tiempo en el grupo? Reconocer y asumir esta realidad es el primer paso para intentar mejorarla o mantenerla.
Puedes usar para guiarte las emociones básicas (miedo, ira, alegría, tristeza, aversión…) y cualquier clasificación o listado que conozcas.
Un cambio en el espacio físico que habita el grupo de personas al que perteneces (un aula, una oficina, nuestra casa, un taller, una sala de ensayos, una calle…) puede mejorar de forma sencilla la identidad y el propio ánimo colectivo. En función de la actividad que desempeñemos podemos usar para dejar huella: fotografías personales, plantas, dibujos, colores determinados, recuerdos, muebles o, incluso, el orden y la limpieza, pueden ayudar a hacer los espacios más nuestros y más sanos emocionalmente. Es importante que todos se sientan integrados en esta actividad o, al menos, que se sientan cómodos con los cambios. ¿Cómo te hace sentir decorar tu habitación con todo aquello que te gusta o que tiene que ver con quién eres?, ¿puedes llevar esto a otros espacios compartidos?
Todos los grupos tienen historias que contar: las navidades con tu familia, el primer trofeo del equipo de natación, la fundación de la asociación cultural, aquella fiesta con tus amigos del primer año de universidad, el evento histórico que ocurrió en tu propio pueblo o ciudad. Resignificar los acontecimientos o recuerdos compartidos a través de la narración puede ayudar a dignificar algún aspecto identitario, a motivar o a cambiar la energía del grupo. No se trata de manipular los hechos, es ser conscientes de cómo contamos las cosas y en qué nos enfocamos. ¿Alguna vez has hecho reír a un amigo con una anécdota divertida que ocurrió durante un suceso dramático que le producía dolor o tristeza?
De reinterpretar el pasado del sistema, pasamos a formar parte de su futuro. Crea planes divertidos con tus amigos, propón actividades de ocio con tus compañeros de trabajo, sorprende a tu familia con una cena especial, regala experiencias nuevas que generen bienestar en tu entorno. ¿Cómo te sentiste en tu primera fiesta de graduación después de un intenso año escolar o académico o en aquella inesperada cena de navidad en tu empresa?
¿Conoces alguna forma diferente de mejorar tus entornos emocionales? Compártelo con nosotros.
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