La educación trabaja básicamente dos objetivos: por un lado transmitir los conocimientos considerados fundamentales y, por otro, enseñar a pensar, a diferenciar puntos de vista y a tener la capacidad de obtener conclusiones de manera autónoma. Básicamente, la educación pretende que la persona adquiera conocimientos nuevos, tome decisiones y sepa resolver conflictos.
En el mundo globalizado que habitamos, donde hay grandes cantidades de información que se pueden encontrar en numerosas fuentes de forma inmediata, procesar y evaluar dicha información se hace cada vez más necesario, en detrimento de memorizarla. Para enfrentarse a dichas fuentes y separar la información veraz de aquella que está duplicada, no ha sido contrastada o es falsa, se requiere pensamiento crítico.
Para alcanzar la información más pura y objetiva, limpia de prejuicios e intereses, no hay nada más importante que dudar. En el momento que ponemos en duda una idea, es cuando más nos acercamos al pensamiento crítico. Dudar no es sinónimo de desconfiar, sino más bien significa «despellejar» esa idea, opinión o creencia, contrastarla y observarla desde todas las perspectivas posibles. El pensamiento crítico no es algo que se aprende en un día, más bien es un proceso constante al que debes recurrir durante toda tu vida en todas las esferas sociales.
Para sentar los cimientos de un pensamiento crítico, se debe empezar por conocerse a uno mismo. Conocer tus principios y valores y la cultura que te influye, y querer preguntarte hasta qué punto has sido el protagonista de dicha construcción, te puede inspirar a desafiar las normas culturales y sociales que te rodean. Para poder averiguar cómo funciona la sociedad, en primer lugar hay que comprender desde dónde la miramos. El verdadero descubrimiento no es tanto conocer nuevos paisajes y vivir nuevas experiencias, sino más bien entender nuestra mirada. Por tanto, para afrontar los desafíos ambientales, políticos y económicos que le esperan a tu generación, dedica tiempo a encontrar tu misión dentro de tu comunidad y averiguar los valores que la sostienen.
Sé una persona curiosa. Ayúdate de tu motivación por aprender y afronta nuevos desafíos. Conecta contigo mismo, escúchate y sigue tu intuición. Interésate por la vida de las personas que te rodean y pregúntales sobre sus opiniones y sus inquietudes. Explora tu entorno, trata de aprender de los lugares que visites, e incluso de tu propio hogar. Investiga sobre cualquier cosa que te llame la atención. Duda de lo establecido y hazte preguntas. Intenta mirar desde los ojos de un niño, como si fuera la primera vez que experimentas esa sensación o que vives esa emoción. La curiosidad puede ser un arma terapéutica con mucho poder para tu autorrealización.
Participa en grupos de debate con jóvenes de tu edad. ¡Incluso puedes organizarlos tú mismo! Organiza un encuentro con tu grupo de amigos o en tu comunidad y crea espacios para exponer, debatir o desarrollar temáticas sociales, medioambientales o de cualquier tipo. Cualquier persona allí presente es la adecuada para compartir sus ideas o, en cambio, participar desde el silencio y la escucha. Cualquier reflexión que quiera compartirse será la adecuada en ese espacio. El momento que se elija para empezar y terminar el debate será el correcto, porque así lo habréis pactado. Conocer las creencias, los valores y las ideas de las personas que te rodean puede ayudarte a reafirmar las tuyas, adaptarlas, o simplemente, aceptarlas.
Lee. Escucha música. Ve al cine o al teatro. Investiga acerca de la gastronomía. Visita los rincones históricos de tu ciudad. No te conformes con lo que ya conoces. No te acomodes dentro de las aficiones que ya dominas. Investiga otros géneros musicales o libros de autores extranjeros. Prueba la comida de otros países o infórmate sobre la comida vegana. No hay nada mejor que mirar, oler, escuchar, probar y tocar desde los sentidos de personas tan diversas para tener una perspectiva más amplia del mundo.
Conocer culturas y realidades diferentes es la mejor forma de poder abrir tu mente. Adentrarte en las costumbres y la rutina de otras personas te permite adquirir un mayor panorama social. Tener la predisposición a vivir y conocer todo lo que se pueda presentar ante ti es la mejor conducta para construir un pensamiento crítico. En la actualidad, los jóvenes tenéis una facilidad enorme en comparación con las generaciones anteriores para poder vivir experiencias en el extranjero y convivir con personas de culturas de cualquier parte del mundo. Muchas asociaciones, organizaciones y empresas dedican su tiempo a diseñar y presentar proyectos de movilidad internacional para jóvenes. ¡Aprovecha la oportunidad y no la dejes escapar!
Todas estas son diferentes maneras de orientar y trabajar el pensamiento crítico. A priori, ninguna es más eficaz que otra, todo depende de la propia persona, su energía y su momento presente. En el mundo en el que nos encontramos, con las problemáticas que lo subyacen, se hace cada más importante un enfoque crítico de la realidad que vivimos, para que cada persona tenga capacidad de generar un impacto en su entorno de manera positiva, sana y constructiva.
Se presenta como nómada, con diez años de experiencia explorando comunidades donde el desarrollo personal, comunitario, ecológico y artístico son los ejes principales. Ha trabajado en países como España, Rumania, Italia y Alemania y actualmente vive y viaja en su furgoneta “Samsara” co-diseñando proyectos regenerativos y residencias artísticas para zonas rurales, organizaciones y ecoaldeas. Todo lo que hace está ligado a su propósito: “conectar a la gente consigo misma, con las demás y con la naturaleza a través de la experiencia de comunidad”.