El Bachillerato Internacional (BI) celebra este año su 50º cumpleaños. Dos letras, dos idiomas y un currículum reconocido en el mundo entero, aunque sus raíces y el porqué de su estructura y lo que pretende inculcar en sus alumnos aún resulta bastante desconocido para muchos padres.
Cuando iniciamos una conversación sobre el Bachillerato Internacional o IB (International Baccalaureate), muchos alumnos y padres saben únicamente que es un bachillerato algo más difícil y con más trabajo que el bachillerato español u los equivalentes en otros sistemas educativos europeos y norteamericanos. Muchas veces esa es la síntesis del programa y en base a eso se evalúa si es un programa adecuado para nuestros hijos o no. Sin embargo, el IB es mucho más que eso.
Elegir cursar un bachillerato internacional supone subirse al tren de a una de las formaciones más amplias. Durante los dos años del diploma de BI se adquieren unas mayores competencias de razonamiento y trabajo (en equipo e individual) en un ambiente con el apoyo necesario para lograr esos objetivos y destrezas que luego nos pedirán en la universidad sin contar con el mismo apoyo para logarlo… Pero además, supone tomar consciencia de cómo funciona el mundo más allá de nuestra -poco diversa- sociedad para ser capaces de lanzarnos a su conquista al acabar la etapa estudiantil.
Sus fundadores, hombres sabios y educadores innovadores, querían crear un sistema educativo basado en unas premisas:
El programa, fundado en Suiza, comenzó siendo pequeño: solo siete colegios ofrecían este diploma cuando fue creado en 1968. Hoy en día, 50 años después de su fundación, más de 1,5 millones de alumnos en 4.775 colegios de todo el mundo (el IB está presente en 153 países) se benefician de esta formación más amplia y completa. Además, el bachillerato internacional ha crecido de manera vertical, con programas para los alumnos que se encuentran en una edad previa al diploma, y en la actualidad consta de 4 programas: el Primary Years Program (PYP), el Middle Years Program (MYP), el Diploma Program (DP), que es el bachillerato internacional en sí, y el Career-related Program (CP), último programa de esta familia, creado en 2012. Sin embargo, a pesar de esta transformación a lo largo de los años, el programa ha continuado siendo fiel a los principios sobre los que fue constituido.
De todo el programa, los dos últimos años, que forman el diploma en sí, son la parte con más alumnos. Consta de tres elementos centrales
Alrededor de este núcleo central, el diploma se complementa con seis asignaturas (con dos opciones de intensidad o dificultad) correspondientes a seis áreas diferentes:
La adquisición de un segundo idioma es una expectativa de este plan de estudios que pretende formar a alumnos para que se conviertan en ciudadanos del mundo. No en vano, las raíces del IB nacieron en Europa y comenzaron su andadura dos décadas después de la Segunda guerra mundial. Sus creadores fueron educadores que habían vivido la guerra y, aunque no todos vivieron la Primera guerra mundial, eran muy conscientes de lo que ambas guerras habían supuesto para Europa y para el mundo entero. Por ello, se preguntaron: ¿qué podría hacer la educación para mejorar el conocimiento que los alumnos tienen del mundo?, y ¿cómo podríamos crear un futuro en paz a través de la educación? De este modo, con esta visión internacional y con esta misión de mejora de las relaciones internacionales, es como el programa de bachillerato internacional vio la luz.
Esta idea de formar ciudadanos capaces de entender otras culturas, idiomas, servir a los demás y tener una base de conocimiento amplia en diferentes materias o áreas de conocimiento que formen, el día de mañana, un mundo mejor continúa hasta nuestros días. En la actualidad, incluso en los primeros años del programa (Primary Years), se reflexiona sobre el concepto de conflicto, cómo identificarlo y cómo solucionarlo. Incluso a esas edades tan tempranas, los alumnos pueden analizar el mundo real y los problemas y conceptos que lo conforman.
Y esto es algo que continúa durante todo el proceso que culmina en los dos años finales del IB, haciendo reflexionar a los alumnos sobre qué está ocurriendo en el mundo y qué podemos aprender de esos hechos que suceden diariamente. Esa preparación para el mundo real, ese conocimiento de cómo funciona el planeta y las relaciones entre países, la capacidad de análisis, la consciencia sobre otras culturas y la preparación (académica y lingüística) que el programa otorga -no sin esfuerzo- a sus alumnos, forman la base de lo que se constituyó en Suiza en 1968 y que continúa hasta nuestros días: dotar a sus alumnos de la mejor preparación posible en cualquier ámbito antes de iniciar la especialización de la carrera universitaria.
Para algunos padres, el hecho de que el IB estudie el mundo real a través de una óptica internacional es lo que les anima a seleccionar este programa para sus hijos. Sin embargo, para otros es la formación holística en diferentes áreas y destrezas lo que les resulta atractivo del programa. Para algunos, la percepción que las universidades tendrán de sus hijos por haber cursado el diploma puede ser la razón de inscribirles en el programa. En cualquier caso, la base del programa siempre ha buscado crear un mundo mejor a través de la educación, no tanto centrado en las necesidades de cada alumno de manera individual sino en la aportación que todos ellos hacen a la sociedad como individuos que han recibido una formación privilegiada.
Y, tras 50 años de programa, parece que cada vez más alumnos se suman a este tipo de formación para estar bien preparados para el mundo actual, por lo que estamos seguros de que serán los ciudadanos que constituirán una sociedad cada vez mejor en este mundo cada vez más global. ¿Estarán preparados nuestros hijos para competir en ese escenario?
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